Le
llamaban Juan el de las fotos, pues desde que le dio ese ataque tan fuerte, no
se separa de su cámara digital, azul perla, pequeñita que pasaría desapercibida
si no fuera por el asa que le sobresale por el lateral inferior del bolsillo de
su pantalón. Dicen que es una manía que le ha dado, pues le echa fotos a todo
lo que le rodea, sobre todo, a las cosas que se encuentra en la calle: un saco
de dormir roto -de un posible indigente-, unas zapatillas, unos niños jugando
que, cuando Juan se acerca salen despavoridos muertos de terror. Sí, Juan con
su cámara en el bolsillo les da mucho, pero que mucho miedo. ¿Qué pasaría por
la cabeza de Juan cuando le dio ese ataque de locura que le indujo a hacer
fotos?... En el fondo de sus ojos, si nos acercamos vemos el miedo, no solo el
nuestro reflejado en sus pupilas, vemos el suyo propio que intenta amortiguar
como puede con su cámara digital, a ver si es más amable que su mente y le
reproduce una imagen más benévola de la realidad.
Mercedes Díaz
1 comentario:
¿Será que lo logre?
Me recuerda a la película de "Hasta el fin del mundo" de Wim Wenders, y pienso en la cantidad de imágenes que tomamos hoy en día... parecemos perdernos en nuestros propio reflejo.
También me imagino a Juan, con algunas arrugas, corriendo al final del día a su ordenador para ver las fotografías en grande y buscando en cada una algo nuevo, algo bello, algo distinto. Me imagino que pasa una y otra hasta que azarosamente da con algún rasgo maravilloso, una pincelada que le hace sonreír, entonces se convence de que debe seguir saliendo a la calle a hacer fotografías.
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