Desconocemos
tantas cosas de nosotros mismos, que hasta nuestra propia ignorancia nos es
desconocida.
Querer
abarcar demasiados y diversos conocimientos, lleva generalmente a empequeñecer
nuestros horizontes.
No
hay tiempo material en la vida del ser humano, para disfrutar de todos sus
sueños.
Hay
personas ignorantes, y son felices, mientras no descubren su propia ignorancia.
La
soberbia y la prepotencia, son síntomas inequívocos de ignorancia suprema.
No
hay nada más engañoso, que de cualquier materia creer que lo sabes todo.
Los
libros, la lectura, además de
enseñanzas, nos plantean dudas en nuestras vidas, callejones sin salidas,
¿imaginamos, que les ocurrirá a quienes no leen nunca?
Los
escritores que afirman que sus maestros fueron tales o cuales, y olvidan que
“nadie aprende en cabeza de nadie”; delante del papel olvidamos todo, excepto
el pasado.
Quienes
prestan sus cabezas e ideas a terceros, tienen la íntima felicidad de estar por
encima de ellos.
No
escuchar opiniones ajenas, nos lleva a un protocolo inútil e instalarnos en una
“sutil e equivocada dictadura personal”.
Cuando
a alguien le dan la razón de un discutido hecho, paladean una íntima justicia.
Los
seres humanos, tenemos un reloj perpetuo, no sabemos ni el día, ni la hora de
nuestro fallecimiento, por eso vivimos a diario pendientes de los relojes.
Estamos
al dictado de lo bueno y de lo malo y quizás solo exista en nuestras cabezas, y
significa algo confuso muchas veces: cuando no sabemos qué dirección o camino a
tomar.
Francisco
Herrera López
1 comentario:
Estimado Francisco, acabo de leer sus aforismos y me han encantado.
Aunque admito que me he sentido más ignorante que nunca.
Un saludo. Mª del Carmen Rodríguez
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