8.- El riesgo de dejarnos llevar por un
consumismo entontecedor
Aunque es cierto que, para estar bien y para sentirnos
mejor, es necesario que tengamos cubiertas algunas necesidades materiales personales
como la comida saludable, la bebida sana, unos vestidos limpios, una vivienda
digna, un empleo estable, el acceso a la salud y a la educación, también es
verdad que, estos bienes imprescindibles no son suficientes para lograr el
bienestar humano. Hemos de tener en cuenta también el bienestar familiar, el bienestar laboral, el bienestar
social
y el bienestar
espiritual, esos estados satisfactorios que logramos mediante el contacto
interpersonal y a través del establecimiento de relaciones humanas gratificantes
gracias a uso de los lenguajes, de los intercambios de bienes y, en resumen, mediante
la convivencia en paz y la colaboración productiva.
Pese a que el bienestar es, en su mayor parte, subjetivo,
los factores externos son también determinantes y pueden facilitar o impedir
las satisfacciones personales. A veces el ambiente que se crea mediante las
cordiales relaciones de los miembros de una familia modesta o la atmósfera de la
comunicación que se genera en una ciudad con renta per capita relativamente baja, favorece un sentimiento de bienestar
más intenso que el de las poblaciones consideradas ricas. La socióloga María
Ángeles Durán subraya que las encuestas realizadas en distintos países de la
Unión Europea muestran cómo el sentimiento de bienestar en los países con mayor
renta per cápita –como Alemania- no es
mayor que el de los menor riqueza –como España-.
Pero hemos de tener en cuenta que ese bienestar social
a veces es entendido como un consumismo “entontecedor” que, potenciado por la permanente
influencia de los medios de comunicación social, nos conduce a la pasividad, al
conformismo y a la aceptación de que las apariencias valen más que la realidad,
de que tener importa más que ser, que los
valores morales carecen de sentido y que, anulando nuestra capacidad
crítica, aceptemos, por ejemplo, que la desigualdad y la acumulación de
recursos en escasas manos son los motores indispensables del crecimiento.
José Antonio Hernández Guerrero
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