9.- El
descubrimiento de ese germen vital que late en el fondo de la existencia
humana.
¿Es posible el bienestar cuando carecemos, por
ejemplo, de salud, de dinero, de vivienda o de trabajo? Nuestra respuesta,
constatada en múltiples y diferentes experiencias propias y ajenas es positiva.
Aunque es cierto que la carencia de cualquiera de estas necesidades y de estos derechos
humanos puede desequilibrar toda la vida, arruinarla y hacerla desgraciada,
también es verdad que, a veces, es posible compensar el malestar con el
disfrute de otros beneficios. Esta posibilidad, sin embargo, no ha de eximir a
los poderes públicos ni a los convecinos más “próximos” de la obligación de
paliar solidariamente tales carencias y sufrimientos.
En una visita a los hospitales o a las residencias de
ancianos, por ejemplo, podemos comprobar cómo algunos pacientes, incluso
graves, están contentos, alegres y, en cierta medida, se sienten felices.
¿Porqué? Sus respuestas a nuestras son múltiples: porque tienen esperanza, porque
están acompañados por la familia y por los amigos, porque confían en los
profesionales de la medicina, porque están mejorando, porque algún hijo ha
aprobado una asignatura o ha logrado un empleo o, simplemente, porque ha ganado
el Cádiz.
Sin caer en
ingenuos optimismos, hemos de buscar la fórmula eficaz para evitar que la
desolación pesimista nos contagie y tiña toda nuestra existencia con los
colores lúgubres de los lamentos pero, además, hemos de encontrar un acicate al
que agarrarnos y una clave que nos ayude a interpretar los signos de esperanza
que lucen en medio de, a veces, oscuro paisaje. Si las sombras y los nubarrones
pueden servir para resaltar las luces y para aprovechar mejor los días
soleados, la profundización en el dolor y en la miseria del mundo nos puede
ayudar para que descubramos el germen vital que late en el fondo de la
existencia humana. Si pretendemos evitar el desánimo, en el balance permanente
de la crítica y, sobre todo, de la autocrítica, hemos de evaluar los otros
datos positivos que compensan los malos tragos.
Apoyándonos, por ejemplo, en la convicción de la
dignidad y de la libertad del ser humano, en nuestra capacidad para mejorar las
situaciones y para aprender, sobre todo de los errores, podemos alentar esperanzas y elaborar proyectos de
progreso permanente de cada uno de nosotros y de la sociedad a la que
pertenecemos.
José Antonio Hernández Guerrero
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