Reseña de la reunión del Club de Letras en
Algeciras y de la presentación de la novela La
casa número 50 de Josefina Núñez.
Centro de Documentación José Luis Cano, 27 de noviembre de 2015.
Ayer tuve la suerte de ir a Algeciras a nuestra primera reunión de curso.
La carretera fue dócil durante el trayecto, el clima se mostró condescendiente
y el aparcamiento, en pleno centro de la ciudad, nos sobrevino a modo de buen
presagio. Justo al desembocar la calle, nos topamos con un novísimo edificio en
cuyas altas paredes se incrustaban, a modo de cenefa, unas poderosas letras
grises que rendían tributo a la modernidad. Estábamos ante las puertas del
Centro de Documentación José Luis Cano. Y fue allí donde, de forma espontánea,
comenzamos nuestra charla introductoria a la reunión en compañía de Paco
Herrera, de Cristóbal Moreno, de Josefina Núñez y de José Antonio Hernández.
José Antonio, haciéndose cargo de la parte práctica, nos recomendaba
aprender a escribir leyendo cualquier tipo de textos para detectar alguna
palabra que no solamos usar y trabajar con ella, no solo con la mera búsqueda
en el diccionario, sino elaborando una lista de significados parecidos –los
sinónimos estrictos no existen-, preguntando a otros, anotándola en un cuaderno
y escribiendo una frase, luego otra y otra, hasta que la hayamos incorporado a
nuestros textos de forma natural.
Posteriormente, surgió un animoso debate provocado por una sugerente
pregunta que lanzó al aire el compañero
Cristóbal: ¿Cómo leer la vida? Las respuestas fueron variadas, pues todos los
presentes participaron dando su punto de vista, hasta que formamos un puzle
abierto donde podemos, entre todos, seguir rellenando huecos, seguir
reflexionando. Os resumo las aportaciones:
- Leemos la vida contando la realidad
- Para leer la vida, tenemos que fijar nuestra
atención en los detalles
- No basta con leer textualmente la vida, hay que
hacer una lectura profunda para extraer sus significados más hondos.
- Leer la vida es interpretarla con nuestra visión
y con nuestra experiencia
- La vida es inabarcable, no se puede leer del
todo
- La lectura de la vida cambia con el paso del
tiempo, según vamos viviendo
- Leer la vida es descubrir sus significados y,
este proceso, tiene que ver con nuestras propias vivencias
- Leer la vida no es solo estar informados, hay
que interpretar la realidad de los episodios que vivimos desde los
pensamientos, las sensaciones y las emociones que nos suscitan los mismos.
Haciendo alusión a la novela de Josefina, José Antonio apostillaba que la
escritura es una lectura de la vida, que la misma selección de los episodios
-del espacio y del tiempo- denota una visión personal del mundo, de la vida.
Pero –continuaba diciendo- no podemos olvidar que tenemos que aprender de los
otros y que no podemos encerrarnos en nuestras experiencias. Hay que ser
alumnos de la vida, siempre aprendices, para no caer en la tentación de creer
saberlo todo y así estancarnos e ir muriendo sin posibilidad de crecer. Tenemos
que recordar continuamente que “La vida empieza Hoy”.
Con este buen sabor de boca, comenzamos la presentación de la novela “La
casa número 50” de nuestra querida compañera Josefina Núñez Montoya. Abrió el
acto, impecablemente, Rafael Fenoy. Ya hemos hablado en muchas ocasiones de la
función que ha de desempeñar la persona que preside la mesa en un acto público.
José Antonio comenzó su presentación explicando que no era su intención
hacer elogios gratuitos, que quería evitar exageraciones porque éstas dibujan
caricaturas, no retratos fidedignos. Por eso, afirmaba la elevada calidad de
esta novela desde la perspectiva de la Teoría de la Literatura. Resaltó su
vigor estético, ético y pedagógico para alentar la lectura y la escritura y
para alentar la vida. Para ilustrar esta afirmación, puso como ejemplo un párrafo
de la página 44 que nos leyó pausadamente. Refiriéndose a la novela en su conjunto, nos
habló de la buena literatura, que es aquella que nos proporciona una nueva
visión, unas ideas nuevas que nos ayudan a crecer. El lenguaje literario,
añadía, es un estímulo contra la apatía, contra el miedo al paso del tiempo y
contra la soledad. Crear un texto bello, como es el caso, nos acerca a la
esperanza y al amor, que pueden suavizar, aliviar e incluso curar las heridas
inevitables de la vida. Ante los espacios y los territorios que transitamos y
que condicionan nuestra experiencia vital, esta novela se alza como un grito
entusiasta que nos estimula para que nos alegremos de estar vivos y para que
nos sintamos felices y agradecidos. Porque la novela nos hace pensar, leer,
interpretar y, por tanto, vivir más intensamente la vida.
José Antonio resaltó cuatro rasgos
implícitos en la obra: autenticidad, sencillez, sensibilidad y compromiso. Pasó
a explicarlos de la siguiente manera: la autenticidad se hace visible en la
mirada propia de la autora, coherente consigo misma y con su visión del mundo.
La sencillez, en la forma de limpiar la palabra de adherencias. La sensibilidad
con el ser humano, en los propios personajes. El compromiso, en la forma en que
nos estimula a pensar y a vivir de una manera más lúcida.
Otros aspectos que destacó en esta
novela fueron: los silencios que permiten contemplar el paisaje exterior y
reflejar el interior, el dominio de los recursos técnicos de la narración, la
fuerza de unas palabras no contaminadas y la exigencia del derecho a volar con
la imaginación a través de transformaciones estéticas que nos ofrezcan un
escape a la frívola heterodoxia y a la trasnochada ortodoxia.
Una vez concluida la presentación,
tomó la palabra la propia autora que declaró sentirse muy agradecida por tan
buena compañía, la de los componentes de la mesa y la del resto de amigos que
ocupaban la sala. A continuación, Josefina nos contó que en su novela había una
historia dentro de otra historia y que el porqué de esta invención se hallaba
también entre sus páginas. Nos decía que el protagonista se refugia en la casa
nº 50 para escuchar los silencios que le responderán a sus preguntas
fundamentales. Y es en el transcurso de
la novela donde él va creciendo, va dándose cuenta de las verdades que está
buscando.
Con este sorprendente enigma rondando
nuestras cabezas, se dio por finalizado el acto y nos despedimos hasta la
próxima. La luna llena nos acompañó durante el camino de regreso.
María Luisa Niebla
28 de noviembre de 2015
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