Querido…
Hoy me dirijo a ti de una forma un tanto extraña: Voy a escribirte una
carta.
Y tú me dirás, ¿para qué escribir si nos vemos a cualquier hora del día?
Ya ves, me recuerda los tiempos
de colegio.
Siempre me gustó tener tarea, detenerme entre las hojas de mis
cuadernos, impregnados con ese aroma tan familiar a goma de borrar y papel
emborronado. Me cierra más sobre mí misma, al tiempo que me ofrece una
incongruente apertura, para asimilar las nuevas lecciones. Sólo que en aquella
época, a pesar de que habitabas a mi lado, no me percataba de tu presencia.
Cada nuevo curso, es una propuesta y un propósito. No es la primera vez.
A lo largo de estos años, cada apertura incita en mí la esperanza de ser mejor
escritora. Cada nuevo curso me plantea la duda de si seré capaz de estar a la
altura de mis compañeros, escritores de letras y de corazón. Un nuevo intento
de mejorar, de compartir conocimientos y afinidades, de crear y recrear, a
través de la literatura; de observar, de ser observada; de sentirme tan pequeña
e insignificante ante tan buenos escritores.
Tú eres muy importante para mis propósitos. Tú me haces grande. Sin ti,
sin ese vínculo que te ata a mi mano, sin esa corriente eléctrica que recorre
mi brazo para darte vida.
Sin ti, querido bolígrafo, no sería nada.
Mar López
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