4.-
Rentabilizar los hechos aparentemente insignificantes
Frente a los que, ingenuamente, afirman que el bienestar depende
exclusivamente de la relación con una persona, de la posesión de un objeto o de de la realización de una determinada experiencia, hemos de
reconocer que los contenidos de esta palabra –“bienestar”- son bastante más amplios y más complejos.
De manera esquemática podemos afirmar que el bienestar humano es el resultado de la combinación
equilibrada de componentes materiales e inmateriales: es la consecuencia de un
estado orgánico, como la salud, el goce sensorial y el placer sexual, y, en
especial, el efecto de estados anímicos como la alegría, la ilusión, la
esperanza, el recuerdo, la gratitud, la serenidad, la libertad, la paciencia,
la comunicación y, sobre todo, el amor.
Es ese conjunto de pensamientos, de sensaciones, de
emociones, de recuerdos y de deseos, que nos producen nuestras relaciones con
determinadas personas, y la posesión y el uso de algunos objetos útiles o la
ejecución de obras buenas y bellas. Es cierto que el bienestar depende, en
cierta medida, de que las circunstancias que nos rodean sean favorables, pero nuestras
experiencias nos muestran cómo los factores más importantes son nuestras
propias disposiciones personales. En mi opinión, deberíamos rentabilizar más
esos hechos aparentemente insignificantes como, por ejemplo, el recuerdo o el
encuentro con la persona amada, la evocación de una caricia, la mirada de los hijos, un
proyecto ilusionante, el calor de la mano de un anciano, el aire proveniente
del mar o de la montaña o, simplemente, el olor del pan recién hecho. (Sugiero
que cada uno piense y escriba a continuación sus ejemplos).
¿No es verdad que, a pesar de los inevitables
problemas, de los achaques de la edad, de las enfermedades propias o de los
familiares, de las dificultades de los trabajos, de las restricciones
económicas, de las incomprensiones de compañeros y de los conflictos sociales,
conocemos a muchos seres que mantienen un notable y, a veces, elevado estado de
bienestar? Fijaos, por ejemplo, en las miradas
luminosas, en los rostros amables, en las palabras afectuosas que, de manera
permanente e, incluso, en situaciones dolorosas, advertimos en algunas personas
con las que convivimos o con las que nos entrecruzamos.
José Antonio Hernández Guerrero
No hay comentarios:
Publicar un comentario