5.- La importancia del cuerpo
El bienestar humano depende, en cierta medida, de la forma de sentir,
de entender y de amar a nuestro propio cuerpo. Hemos de tener en cuenta que el
cuerpo humano no es sólo un conjunto ordenado de tejidos, de vísceras, de vasos
o de órganos, sino también la presentación de nuestra persona en la sociedad y el
lenguaje con el que hablamos a los otros y con el que nos hablamos a nosotros
mismos. Por estas razones hemos de comprender que nuestro cuerpo juega un papel
importante positivo o negativo en nuestro bienestar. ¿Os habéis fijado cómo algunos, por no haber
identificado y valorado sus propios atractivos, experimentan un miedo
patológico a ser rechazados? Otros, por el contrario, invierten tantas energías
en aparecer aceptables para los demás que se pierden a sí mismos y tropiezan
con serias dificultades para ser auténticos, para mostrarse como realmente son.
Todos conocemos a personas que, por haber interpretado mal la imagen que nos
devuelve el espejo de las miradas de los otros, han llegado a desarrollar unas conductas
peligrosas para su salud como, por ejemplo, la anorexia y la bulimia.
Hemos de tener en cuenta que el trato inadecuado a
nuestro cuerpo puede original una débil autoestima, una actitud recelosa hacia
nosotros mismos: hacia lo que pensamos, hacia lo que sentimos y hacia lo que
hacemos. Es posible que cierto menosprecio del cuerpo y algunos prejuicios
contra el disfrute sensorial y, sobre todo, contra el goce sensual estén
determinados por aquella interpretación errónea de la ascética cristiana
ampliamente predicada durante los tres últimos siglos o, quizás, por una
reacción generalizada provocada por la ubicua y agresiva publicidad consumista
actual, pero el hecho cierto es que, en algunos ambientes religiosos, existe –o
existía- una seria resistencia a valorar positivamente el disfrute de los
sentidos. Quizás por eso, cuando nos referimos a la sensibilidad, solemos definirla como una
facultad despojada de sus sustanciales dimensiones corporales. A veces no
tenemos en cuenta que, hasta las melodías más sublimes y los cuadros más nobles,
están ejecutados con sonidos y con colores que impresionando directamente
nuestros oídos y nuestra vista, afectan al olfato, al gusto y al tacto, y, a
través de todos ellos, generan emociones intensas y placenteras.
Por eso, si pretendemos pasar lo mejor posible la
vida, a pesar de sus inevitables amarguras, deberíamos esforzarnos para educar
nuestros sentidos –todos los sentidos- con el fin de disfrutar más con las
cosas saboreándolas y degustándolas.
José Antonio Hernández Guerrero
No hay comentarios:
Publicar un comentario