3.- ¿Qué quieres ser de
mayor?
Aunque sea una obviedad, no estaría mal que recordáramos
que todos los crecimientos implican cambios, pero que no todos los cambios proporcionan crecimiento. Algunos cambios
pueden ser inútiles, vacíos, frívolos e insignificantes: son aquellos que, como
describe la película El gatopardo, “todo
cambia para que no cambie nada”. Otros pueden ser negativos, dañinos,
destructores y tóxicos como, por ejemplo, los que lesionan el organismo, turban
la mente, agravian la dignidad personal o rompen la convivencia. Otros son
positivos, sustanciosos, alimenticios y enriquecedores como, por ejemplo, los
que vigorizan y embellecen el cuerpo, serenan y ennoblecen el espíritu, unen y honran
a la familia, y fortalecen a la sociedad.
Pero hemos de tener en cuenta que, como ocurre con las
alteraciones de la naturaleza y con las transformaciones del organismo humano, los cambios han de ser continuos, graduales
e, incluso, rítmicos. Para cambiar mejorando hemos de fijarnos unas metas
claras, unos objetivos interesantes y unos proyectos estimulantes: tanto tú
como yo –por muchos años que hayamos cumplido- tenemos que preguntarnos qué quiero ser de mayor. Con
independencia de la edad, hemos de ilusionarnos proyectando objetivos, haciendo
planes, programando actividades. De esta manera, no sólo generaremos nuevas
esperanzas, sino también dotaremos al presente de significados y de sentidos. En
vez de movernos por impulsos, como lo hace el resto de los animales, los seres
humanos hemos de orientar nuestras actividades, sobre todo, por los destinos
que, de manera libre, elijamos.
José Antonio Hernández Guerrero
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