7.- Contar y recontar las experiencias
positivas de la vida
Reconociendo la utilidad terapéutica de la Psicología
y, por lo tanto, la necesidad de aplicar sus tratamientos para corregir
conductas dañinas, es importante que, además, valoremos positivamente las
aportaciones de aquellas ideas y de aquellas pautas que están dirigidas a
potenciar los valores y los goces humanos, y es conveniente que apreciemos los
trabajos que proporcionan fórmulas prácticas para disfrutar, para estar más
alegres y más contentos, para vivir bien y para pasarlo mejor, para ser más
amables, más generosos y más solidarios.
Es cierto que el estudio de aspectos positivos como,
por ejemplo, la creatividad, la inteligencia emocional, el buen humor, la
sabiduría popular, la felicidad familiar y, en resumen, la “resiliencia”, tiene
antecedentes ya en Aristóteles, que, como es sabido, dedicó parte de sus
escritos a la εὐδαιμονία (eudaimonía, término griego habitualmente se traduce
como “felicidad”), pero hemos de reconocer que es, en la actualidad, cuando se
están desarrollando estudios científicos que nos proporcionan unas técnicas muy
útiles para que nos acerquemos a unas metas más ambiciosas que la mera
aspiración a sobrevivir, a trabajar y a reproducirnos.
Superadas las etapas evolutivas básicas señaladas tradicionalmente por Abraham Maslow
-uno de los fundadores y principales exponentes de la psicología humanista-, podemos confiar
–querido Juan- que tanto a ti como a mí, todavía nos restan demasiados años de
vida en los que podemos seguir aumentando la calidad de nuestro bienestar. Tú
sabes cómo los psicólogos pertenecientes a esa corriente científica humanista han
descubierto que los factores asociados a estados anímicos positivos nos
orientan y nos estimulan hacia una manera más reconfortante de relacionarnos
con la Naturaleza y con los demás miembros de la familia y de la sociedad.
Es posible que, en ese aumento, no sólo de
expectativas sino también de calidad de vida del ser humano en las últimas
décadas, esté influyendo, además de las importantes investigaciones clínico-epidemiológicas,
ese conjunto de factores que trascienden lo meramente biológico, y que, como tú
sabes bien, tienen mucho que ver con el bienestar subjetivo, con esa capacidad
para sobreponiéndose a los dolores del cuerpo y a los sufrimientos del
espíritu, sentirnos más fuertes y más contentos. Estoy convencido –querido
maestro Juan- de que esta época –la histórica y la biográfica- si sabemos
administrarla contando y
recontando los aspectos positivos de nuestra propia vida, puede ser la más
gratificante y la más fecunda de nuestra ya dilatada existencia.
Un abrazo
agradecido, Juan.
José Antonio Hernández Guerrero
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