Navegante que has
zarpado
y arrecifes
adivinas,
mantén tu ojo
avizor
a la corriente y
deriva.
Determina bien tu
rumbo,
él, marca la estela
en tu vida...
y, no tengas miedo
a la bruma
ni a la calma o
ventolita.
Cuidado con las
sirenas
cuyos cantos te
desvían.
¡Atención a la
arribada!
Muchos puertos son:
mentira.
Recuerda cuando
navegues
que no hay tesoros
en islas,
la fortuna está en
ti mismo
y en el tiempo, que
no tiras.
Cada navegante
necesita un faro en las noches de tormenta...
Navegante, no dejes
nunca de otear el horizonte, hasta encontrar tu faro.
Manuel Bellido Milla
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