En
contra del tópico repetido hasta la saciedad de que el Carnaval Gaditano es
sólo la fiesta de la alegría, el tiempo de la guasa, el ámbito de la broma, el
espacio de la risa o el escenario del cachondeo, cualquiera que se haya asomado
a él habrá advertido que esta definición es parcial, incompleta y simplista.
Sólo describe una cara, un capítulo, de esta rica enciclopedia polifacética. Si
profundizamos un poco, podremos concluir que, por un lado, la risa no es una
manera frívola de eludir y de olvidarse de los problemas sino que, por el
contrario, constituye una forma amable de expresar el desacuerdo con una
realidad dolorosa o injusta, y, por otro lado, que el sentimiento que aquí se
representa y canta tampoco es una reacción blanda de aceptación pasiva y
desesperanzada, sino una expresión, delicada y comprometida, de solidaridad, de
“acompañamiento”.
Hemos
de afirmar, además, que un análisis más detenido y más minucioso de las letras,
de las melodías y de los tipos1 nos lleva a la conclusión de que, hasta las
composiciones más graciosas, encierran cierto poso de pena, y hasta las más
sentimentales, contienen su migaja de sal. En este análisis teórico -contenido
fundamental de mi reflexión- me limito a apuntar, de manera breve, las claves
geográficas, históricas, antropológicas y estéticas que explican esta dualidad.
Después mostraré algunas coplas ilustrativas. A poco que reflexionemos sobre
los comportamientos específicamente humanos, descubriremos que la dualidad es
la pauta que orienta todos nuestros actos y la fórmula que explica todas
nuestras actividades:
Como
es sabido, la razón funciona de forma binaria; el pensamiento opone la verdad y
el error, la inteligencia artificial -la informática- posee una base binaria:
cero y uno, la ética distingue entre la bondad y la maldad, la biología separa
el macho y la hembra,
los protagonistas de las religiones son dios y el diablo, la estética opone la
belleza a la fealdad y la psicología contrapone el amor al odio, la alegría a
la pena. No es extraño, por lo tanto, que estas dos facetas complementarias
constituyan la base de la clasificación más antigua y más difundida los dos
géneros tradicionales del arte, de la literatura y del teatro que, como es
sabido, opone la tragedia a la comedia.
La
tragedia es el arte apolíneo, cuyo patrón y su modelo es Apolo, el dios de la
luminosidad solar- caracterizado por la presencia de dos elementos: pathos, el
sufrimiento que lleva al conocimiento, y el mito, un componente histórico,
legendario y fantástico. Y la comedia2, el arte dionisiaco, cuyo patrón y
modelo es Dionisio, el dios de la viña, del vino y del delirio místico. Pero es
importante que aquí tengamos en cuenta que los dos géneros nacen de la música:
la tragedia del canto coral y la comedia de los cantos fálicos. Esta dualidad
-este carácter binario- se manifiesta, de manera sorprendentemente clara, en
nuestra ciudad.
José Antonio Hernández Guerrero
1 El tipo está integrado por la indumentaria que caracteriza la idea que pretende representar cada agrupación.
2 comentarios:
Muy interesante la dualidad que expone de nuestro carnaval, profesor, una genialidad que pienso está en exponer los problemas de los ciudadanos en coplas de comparsas, coros, chirigotas y cuartetos con humor e ironía y que se espera tengan eco en nuestros políticos, pues no hay solo ganas de entretener en esas letras, sino de tocar las conciencias de quienes tienen el deber de atajar tales denuncias; creo que el humor es una manera de hacerlas llegar a quienes corresponde y que, gracias a su repercusión popular, suenen hasta la saciedad.
Creo necesaria tanta madurez como seguridad, para que un pueblo esgrima como rasgo característico de su personalidad algo tan complejo, y tan audaz como hacer del humor cotidiano una forma de ser y de estar, mucho más allá de las bambalinas y los concursos: en el escenario de la vida.
De alguna manera, se podría decir que la vida en Cádiz fluye como un gran carnaval que trasciende a la fiesta del calendario propiamente dicha, pues, haciéndose dueño del almanaque, asciende hasta la categoría de manera de entender la existencia y, surge cada día espontáneamente en todos los estratos de la sociedad gaditana de una manera tan natural, como lo hace el aire al salir de los pulmones.
Parece evidente que haya tantas interpretaciones como intérpretes en ese fabuloso escenario de carnaval que es la vida en Cádiz: desde la fineza de las señoras de exquisitos modales, que de la forma más elegante y gaditanísima saben cómo atinar con el doble sentido en mitad de una crítica, hasta la espontaneidad de los vendedores de la plaza cuando alguien se les acerca a preguntarles por su género. Todos: hombres y mujeres jóvenes y adultos, cultos y populares, se sienten capaces de subirse a la carroza de un coro o canturrear una coplilla guasona en el lugar más insospechado y, al día siguiente, con la mayor seriedad y profesionalidad, sin tener que abandonar el sentido de humor impregnado en la “guasa” gaditana, liderar un equipo de trabajo en las muy industriales y avanzadas Hamburgo o Toulouse, realizar una compleja operación quirúrgica, impartir una clase con impecable magisterio o dirigirse con eficacia y astucia marinera a capturar las caballas que cada día nos ofrecen los puestos en el mercado.
Aunque, lo verdaderamente extraordinario en todo ello, es que en Cádiz, se sostiene, repito de forma más natural y cotidiana, una pura y genuina perspectiva de la vida, una visión en la se funden como en una sola todas las dualidades imaginables: las alegrías y las penas, los aciertos y los sinsabores, las ilusiones y las desilusiones, la riqueza y las fatigas, en definitiva: en Cádiz se ha logrado alcanzar un estadio superior de la evolución humana, una manera de entender la existencia cuya amalgama o fundente es el humor y su consecuencia: el sabio desdén, pues hacer del humor una práctica en lo cotidiano es un síntoma de sabiduría y discernimiento al alcance de la mano de este pueblo, capaz de sacar vitalidad de su languidez y fuerza de su flaqueza y, hacerlo de forma que cualquier testigo de este prodigio, no pueda resistirse a mojarse con esta manera de entender la vida, de este carnaval, y por tanto, verse obligado a tomar postura, pues, en el carnaval de Cádiz nadie puede permanecer indiferente.
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