EPILOGO
Villaluenga del Rosario. Sierra de Cádiz. Tierra de
peñas desnudas, de encinas, de calles empinadas, de tejados, de chimeneas
humeantes, de noches frías y cielo cuajado de estrellas, de gente amable.
Villaluenga sobrecoge, estremece. Cuando se visita por primera vez, el paisaje
juega a emocionarnos, a sorprendernos. Es como verse acunado entre sus montes.
Abrazado por una tierra escarpada que sin embargo da sensación de calidez.
Si esta estampa
provoca en el visitante un hondo sentimiento, cuánto más lo deben sentir
los que han tenido el privilegio de ver aquí la luz primera, de haber nacido en
este pueblo, “blanco, diminuto, como caído en la sierra al azar, sin raíces que lo
amarren a la piedra, parece este pueblo un pueblo de papel, puesto en la
bandeja de caliza como un leve juguetillo. Un pueblecito como esos de
nacimiento navideño, colocados al desgaire sobre unas rocas de cartón o de corcho
que el más endeble soplo arrastra por las fingidas rocosidades”, como le
cantó el poeta Pedro Pérez Clotet, que con estas palabras tan emotivas lo
definía en sus poemas.
Fue el azar el que puso en mi camino este libro que
se suma al homenaje al poeta villaluenguense organizado por el Ayuntamiento de
Villaluenga y la Fundación Pedro Pérez Clotet.
Un proyecto que se había ido demorando en el tiempo hasta que, por fin,
se dieron las circunstancias para que el “Club de Letras” de la Universidad de Cádiz,
al que pertenezco, y la persona encargada de hacer las gestiones en esa
localidad serrana, Ana María Moscoso, se pusieran de acuerdo para no demorar
por más tiempo esta cita con el poeta, y
se pusiera en marcha de nuevo todo lo relacionado
con el evento. Tengo que aclarar que Ana María, que tiene su casa familiar
precisamente en la calle Poeta Pérez Clotet, cosas del azar nuevamente, y yo somos amigas desde hace una eternidad, y
de nuevo los hados fueron causantes de que nos pusiéramos en contacto para
visitar Villaluenga juntas y gestionar algunas de las actividades que ya
quedaron fijadas para el día 15 de febrero de 2019; y fue al ir a visitar con ella la casa del
poeta donde se encuentra la Fundación que lleva su nombre, cuando al pasar por
delante del Ayuntamiento, nos encontramos con Bernabé Barea -otra vez el azar-,
hijo del artífice de este libro en el que se han recopilado muchos de los
artículos que se escribieron sobre este poeta
-tan admirado en su tierra, y fuera de ella-, y fue de este modo tan
natural como surgió la idea de que me hiciera cargo de corregirlo y maquetarlo.
Y tengo que agradecer la confianza de ponerlo en mis
manos, lo que me ha servido para conocer más profundamente al poeta del paisaje
y las emociones que desde ahora pasará a ser uno de mis referentes.
Leonor Montañés Beltrán
HOMBRE CABAL
Rodeado de gente
tan singular, de libros y de tertulias, uniste tu formación al caleidoscopio de
sensaciones que pululaban a tu alrededor.
La sencillez que
absorbiste de tu pueblo y este bagaje te dieron la sabiduría que luego derramaste.
Gracias por tu
generosidad.
Mª José González Cid
LAS MISIONES
PEDAGÓGICAS
Varios oradores
ya han hablado, y con mucha autoridad, de la trayectoria poética de Pedro
Pérez-Clotet. Por eso me gustaría resaltar su labor en las Misiones Pedagógicas
de la República. Estas ilusionantes Misiones trataban de acercar la cultura a las zonas más desfavorecidas del país, afectadas
en aquella época por el analfabetismo generalizado, presentando libros, música,
cine, reproducciones de cuadros famosos y actividades culturales para toda la
población, pero en primer lugar para los niños.
Manuel
Bartolomé Cossio, presidente de estas Misiones, las definió de esta manera:
"Somos una escuela ambulante que
quiere ir de pueblo en pueblo. Pero una escuela donde no hay matrícula, no hay
que aprender con lágrimas, donde no se pondrá a nadie de rodillas. Porque el
gobierno de la República que nos envía, nos ha dicho que vengamos a las aldeas
más pobres, a las más escondidas y abandonadas, y que vengamos a enseñaros algo
que no sabéis por estar siempre tan solos y tan lejos de donde otros lo
aprenden, y porque nadie hasta ahora ha venido a enseñároslo; pero que vengamos
también, y lo primero, a divertiros".
Funcionaron
desde el año 1931 hasta la Guerra Civil y fueron un proyecto no solo
patrocinado por el Ministerio de Instrucción Pública, sino por muchas
instituciones civiles y voluntarios particulares muy notables, como María
Zambrano, Luis Cernuda, Carmen Conde, Pedro Salinas o Antonio Machado. Una de
estas personas fue Pedro Pérez-Clotet, que junto con el malogrado maestro
Antonio Gálvez (que da nombre al colegio de este pueblo) consiguió organizar
una de estas Misiones en la Sierra de Cádiz, en octubre de 1933, llegando a Villaluenga
del Rosario y Benaocaz y a sus escuelas rurales.
En
la memoria de aquella misión se recogía que
“En la escuela de la Barrida (hoy derruida, en la zona de los Llanos del Republicano) citamos
a las gentes, y curioso de verdad era el espectáculo de la llegada, como a una
romería, por sendas de cabras, las familias enteras. Hasta los niños de pecho
nos escucharon. El cine produjo delirante entusiasmo entre los muchachos; lo
acogieron con gritos de selva. Trabajosas de verdad fueron las dos sesiones,
por las distancias y por las dificultades, pero bien compensadas quedaron con
el contento que nos dieron. La segunda sesión la hicimos en una casa
particular, a la vez alcoba y cocina. Les llevamos juguetes a los niños y
perdieron totalmente el miedo con que nos miraban la primera tarde”.
Este Patronato
de Misiones Pedagógicas no contaba con una estructura sólida y asentada como el
resto de las instituciones del Estado. Para llevar a cabo esta emocionante
empresa fue necesario el empeño de las iniciativas locales. Recordemos en esta
noble tarea a Pedro Pérez-Clotet, que no solo fue un gran poeta, sino también
un gran hombre empeñado en el progreso de sus conciudadanos.
Agustín Fernández Reyes
1 comentario:
Muy interesante, Agustín, recordar a tan noble y generosa tarea de quienes siendo intelectuales de cierto renombre, bajan a los más humildes pueblos, para llevar aquello que diente siglos se le negó.
Es bueno recordar que los que escribimos debemos ser humildes y generosos y llevar nuestros trabajos allí donde más se precise, sin distinción de lugar ni condición.
Enhorabuena, Agustín, por recordarnos que entonces había más sensiblidad que hoy.
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