Jano
era el dios de los umbrales y de los inicios, de las entradas y las puertas, en
contraposición a Terminus, la deidad
de los finales y los cierres, tan antiguo como las fronteras o los límites. La población
se encomendaba a Jano al comienzo del año, los días siguientes al solsticio de
invierno, y celebraba su festividad el 9 de enero, de ahí que este primer mes le
estuviera consagrado y recibiera su nombre Ianuarius.
Su culto nace en el reinado de Numa Pompilio, segundo rey mítico de los
fundadores de Roma y, sin tener correspondencia en el panteón griego,
permaneció inalterado desde la Roma primigenia. Se le representaba con una
cabeza bifronte. Dos perfiles. Un rostro que miraba hacia adelante, hacia el
futuro y otro contrapuesto que miraba hacia el pasado. Esto le convertía en un
ser omnipresente que presidía los cambios y los espacios de transición. Se le
atribuía la invención del dinero, de la navegación y de la agricultura y, por
ello, era el dios de las empresas afortunadas, de las travesías, de la
prosperidad en los negocios y de las buenas cosechas, pues velaba por el paso
del tiempo y de las estaciones. Auspiciaba un buen porvenir al comienzo de
todas las actividades y se le consagraban los caminos, no sólo los físicos sino
también los sagrados, pues más allá de los elementos físicos de separación como
murallas y puertas, existía un límite invisible y sagrado que otorgaba una
naturaleza distinta a los espacios situados en su interior.
Una
deidad, por tanto, in medias res, en
medio de todas las cosas.
Jano
estaba asociado al éxito de todas las empresas y, por ello, también a las
guerreras. Cuando Roma declaraba una guerra se abrían las puertas del templo de
Jano y no se cerraban hasta el final del conflicto. Ovidio nos relata como por
su intercesión venció Roma a los Sabinos, y Procopio cómo, mil años después, lo
hiciera sobre los ostrogodos.
Hoy
las puertas de Jano están abiertas y vientos de guerra las franquean. Atravesemos
ese umbral. Encontremos el equilibrio y la sabiduría necesarias para transitar hacia
la paz deseada.
Y
cerremos de nuevo sus terribles puertas.
Juan Manuel Díaz González
1 comentario:
Buena semblanza de Jano. Felicidades Juan Manuel
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