Pellizco
Ha muerto
Manuel. Lo vi por primera vez en Junio del 77, en Cádiz en el Parque Genovés
donde actuaba con su entonces mujer Lole, una de las voces más poderosas del
momento y de siempre.
Formaban un
dúo. Había más gente: Pablo Guerrero,
entonces en la cima de la popularidad y un Carlos Cano que todavía solo era
conocido por el circulo que seguía la música andaluza de entonces.
Pude
saludarlos entre bastidores. A él lo recuerdo barbado y no abultaba mucho era
puro nervio. Ella era una muñeca de porcelana por su pelo, piel, tipo….. (nadie
valora más a una mujer que otra)
Su primer
disco fue “Nuevo día” (1975) ; luego Manuel colaboró con Smash.
Para mí, era
la primera vez que Cádiz acogía dos grandes espectáculos: en el Falla el
Ayuntamiento traía a Jarcha a 300 pesetas la entrada y en el Parque Genovés se
celebraba la “Fiesta de la Libertad” , una macrofiesta a 50 pesetas…… El tiempo acompañaba.
Ahora cuando
miro hacia atrás veo que algunos se purificaron, otros encontraron su espacio,
otros se fueron…..
Me ha
impresionado la foto de su despedida: Lole y Alba de blanco, esta última
cantándole a su padre. El resto de las personas, de negro.
María José González
Yo el mar y el cielo
Yo,
el mar y el cielo.
Allí enfrente, quieta y tranquila
permanecía ella,
la novia, con desparramado traje
de cola,
acariciándola suavemente,su amado y fiel compañero,
el joven camaleón,con traje azul celeste y
corbata,
que cambia de color, a su
antojo, extravagante,
deslumbrándome con sus variados tonos de colores,
anaranjados, grises, violetas y amarillos.
Abajo el movedizo dragón,
que deja arrastrar su pesado traje,
con numerosos volantes ondulados,
de lunares verdes plateados,
rematados en tumultuosa espuma cristalina,
dejándolos caer caprichosamente,
en un sobresaltado y estruendoso batacazo,
sobre el
lecho color visón de su granulado tablao.
Ella sentada
en la banqueta,
de la terraza del bar,
leía con su mirada y pensamiento
a los más
ilustres autores,
que pasan inadvertidos en la historia y en el
tiempo.
Pepi Romero
Velázquez
La lengua inteligente
El zumbido de la máquina descolgó una gota que bajó sobre el acero empañado.
Gota construida a base de alientos, de mi aliento… del tuyo. Descubriste
divertida que éramos testigos cómplices del deslizar del zumo de alientos.
Ruborosa, te enfrascaste en tus quehaceres con tu helado y las paredes del
cucurucho, sin mirarme, pero consciente de mi atención. Una niña pidió a
saltitos su helado de turrón con voz punzante y dando golpes ansiosos sobre el
cristal del mostrador… y llamó tu atención, y la mía, y aprovechamos la ocasión
para cruzar de nuevo nuestras miradas… y pasaron tres siglos. Te despertaste
con una espesa y fría gota de chocolate recorriéndote las comisuras de los
dedos. Benditas servilletas de papel satinado, no absorben, y fue tu lengua
inteligente la que borró el marrón de tus manos… y el gris de mi jornada.
Antonio Díaz González
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