Termina un curso
Termina un curso, nueve meses que pasado un tiempo, será más breve aún, igual ocurre cuando nos referimos a las
generaciones de escritores, pintores o intelectuales, decimos; perteneció a la
generación del 98 ,del 27, o del 50 , y las marcamos en dos o tres nombres ,- los más brillantes- si es del 98;Juan Ramón ,
Antonio Machado, Unamuno. La del 27, García Lorca, Alberti, Miguel Hernández o
Cernuda. En ellos es verdad, que está lo más exquisito de nuestras letras
y cada uno con su particular tragedia, y
todas marcadas por la G.C.
Cuando
hablamos del exilio nos referimos a todos aquellos qué debieron salir de
nuestro país obligatoriamente para conservar sus vidas. Nuestra veneración más
sublime a ellos, sus obras y a su
determinación de tomar esa difícil decisión, en pos de sus ideas de libertad y compromiso político, aún a costa de vivir un futuro incierto en otros países, qué los
acogieron en la mayoría de los casos como nuevos compatriotas.
¿Pero
y lo qué se quedaron? ¿Y las generaciones del 27 ,36 o 50, que debieron escribir, bajo el yugo de la censura y acomodarse a los requisitos del régimen dictatorial?
Un
largo rosario de nombres en ese exilio interior, como nuestros V.Aleixandre, D.Alonso,
J.L.Cano, G.Celaya, Leopoldo de
Luis y otros muchos recibieron la clemencia y vigilancia del régimen. Otros como
Ridruejo, L.Rosales o Vivanco que venían
de la Falange con todos los parabienes,
al menos en los primeros años, hasta que el mismo régimen los desengaño y,
salvo Ridruejo, pocos levantaron la voz.
Vicente
Aleixandre, fue un director silencioso, comedido, que aglutinó a esas generaciones 27/36/50 dándole su cobijo y animándole a escribir, hasta ver llegar la apertura,
qué, tardó tanto y que pocos de ellos vivieron y disfrutaron.
Debieron
RESIGNARSE a una escritura imaginativa y metafórica, entrañada en temas donde
la religión y nuestro” glorioso” pasado eran
los temas prioritarios, nada de poesía social “so pena” de verse incluidos en las “LISTAS NEGRAS”. A pesar
de ello estos “autoexiliados” escritores y poetas fueron artífices de una obra importante para las
letras españolas.
La
historia demuestra qué no hay fuerza, ni represión por fuerte y duradera que sea,
que sepulte a la cultura, la creatividad y al talento.
Nuestro
poeta y escritor Leopoldo de Luis, fue uno de aquellos valientes “navegantes “ solitarios
de aquel mar tan oscuro, triste y domesticado,
que le tocó vivir y escribir; su extensa y magnífica obra , qué conformó desde sus ideales callados, pero firmes y
dignos, en aquel escenario que tanto nos
marcó la vida de los españoles de dentro y fuera.
Francisco
Herrera López
Turno de palabra para un recuerdo
"Si alguna vez te queda un hueco en tu ternura, ocúpalo
conmigo, procuraré estar quieto como una sombra". Mas tú sabes que tanto
quietismo místico no es más que el cariñoso guiño de un poeta errante.
Déjame contar a mis compañeros que fue la ausencia de tu voz
en el rostro de mis palabras anotadas, la que me hizo seguirte por el rastro de
tu soledad. Y te hallé ante el balcón entornado, aguardando a que la tarde en
sus labios verticales, pronunciaran su nombre; “Natalia”.
Aquel
haz de luz entraba de canto abriéndote las carnes de tus sienes despejadas, y
pude ver la piel de tu memoria iluminada.
Tus ojos uvas corinto, contenían la inmediatez de un sorbo
de vida haciéndote alzar tu alto vuelo. ¡Pícaro pájaro! Aquella tarde de verano me llevaste contigo
hasta la orilla de tu sol nocturno.
Desarraigado de tu capa de las apariencias, después de
reverencia solemne, te presentaste como Rafael de Cózar, "poeta de la
justificada deshonra, de la España inferior que ora y embiste".
Desenvainaste tu espada imaginaria entre gorjeos y jolgorios, y, con ademanes
de un demonio galante, danzabas al son del tañido de las jácaras.
Posados sobre la testa del toro azul de Gerión, me hablaste
de la mar, como tú, “también ella tenía sobras de soledad y vacío”. Y ella
queda entre las obras de las cenizas de su mundo, recogiendo los trozos de tu
vida a manos llenas.
Por el karma del aire abierto, vuela en paz Rafael de Cózar.
Aurora Romero
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