(Hay un paisaje que no ha
sido pintado, una música que no ha sido escrita.
Como el mar guarda en una
caracola sus sonidos, el corazón protege sus emociones).
La ruta del corazón
A mi corazón le falta un spring, me afectan sus
decisiones, las que no decido, su comportamiento dormido y su falta de coraje
para crear emociones nuevas.
No responde a mis expectativas y me deja chiquita el
alma. Hoy es incapaz de correr tras de ti, eres el amor que no reta y justo
cuando no quiero vas y me desarmas toda entera. Coqueteas y con
tu ropaje de risas me haces música a la mirada.
A solas hago pasos sobre las arenas de Conil, y allí,
donde habitan los acantilados, aprendo a tocar las mejillas de un mar que me
relata con sonidos de agua los textos mudos de su historia.
Y oigo sus sonidos y traduce mi corazón, y yo quiero
decidir dónde tocar las arenas que vienen y van entre dedos a mis pies.
Mientras, en el hotel, Daniel espera.
Mi corazón, sencillamente, se ha enamorado sin contar
conmigo. Tiene la ruta de otro corazón y yo la acepto. Trae a mí el coraje de
crear, armonía y silencios.
Daniel llega y
me reta, lleva mis manos a sus manos y
mi palabra en su piel, a cada paso se inunda de agua nuestra huella y hacemos
mares chiquitos dentro, y las arenas viajan depositadas en su interior y decido
dejar allí las que vienen y van entre dedos a mis pies.
Cuando aceptas la ruta de tu corazón, la sigues, la
arropas y la abrazas, y como la tecla de agua
de un piano te regala sabor a música y te abre sus calles con billete de
ida y agua.
Siempre es tu voz. Dime tú.
María José Morales

Aprender a buscar la felicidad
No estamos preocupados, estamos
distraídos…Por eso pensamos que perdimos algo, pero es imposible, porque nos
fue dado. No creamos ni un solo pelo de nuestra cabeza, por lo tanto no podemos
ser dueño de nada.
La vida no nos quita cosas; nos libera de
cosas…, nos alivia para que volemos mas alto, para que alcancemos la plenitud.
De la cuna a la tumba es una escuela; por eso, lo que llamamos problemas, son
lecciones.
Si amamos lo que hacemos, seremos felices.
No hagamos nada por obligación o compromiso, sino por amor. Entonces habrá
plenitud, y en esa integridad todo es posible, como conseguir la alegría sin
esfuerzo, porque nos mueve la fuerza natural de la vida. Dios o la Naturaleza,
nos puso un ser humano a nuestro cargo, un ángel de la guarda, y somos nosotros
mismos. Nosotros mismo debemos ser libres para amar y para hacernos felices.
Amar a los que nos, rodean como a nosotros
mismos, es un acto de plena solidaridad, pero antes tenemos que reconciliarnos
con nosotros mismos. Pongámonos delante del espejo y pensemos que esa criatura
que estamos viendo es obra de Dios, de la Naturaleza o de nuestros padres, y
nos han regalado la vida para que la vivamos plenamente, así que decidamos
ahora mismo ser felices.
Hay tantas cosas con las que gozar, y
nuestro paso por la vida es tan efímero, que supone una pérdida de tiempo, y un
fracaso, malgastarla en preocupaciones, enfrentamientos o trivialidades.
El querer a los demás proporciona una gran
felicidad, ya dice una máxima: “No existe mayor felicidad que hacer felices a
los demás”, por tanto, da sin medida y te darán sin medida. Habría que amar
hasta convertirnos en lo amado; más aún, hasta convertirnos en el mismísimo
amor. El bien es mayoría, pero es silencioso. Una bomba hace más ruido que una
caricia, pero por cada bomba que destruye, hay millones de caricias que
alimentan la vida, pero no la hacen tan perceptibles ante los ojos del mundo,
como a la propia violencia.
Dios, o la naturaleza, nos mandan flores
cada primavera, un amanecer cada mañana, un universo lleno de estrellas y una
infinidad de oportunidades para dar resplandor a nuestros sentidos, a nuestro
corazón y a nuestra alma.
Podemos y debemos atrevernos a ser
felices. Saborear cada momento de la vida. Sólo depende de nosotros; de que
hagamos estallar nuestro sentido del humor y del amor. De que hagamos brotar
del espíritu, del corazón de nuestros gestos una luminosa sonrisa que nos
contagie y contagie. Entonces, sólo entonces, entre esa armonía de espíritu y
vida, de transcendencia y realidad, habremos conseguido encender el fuego de la
felicidad.
Pedro Castilla Madriñán
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