El olvido es complicado;
los retratos, las redes,
las imágenes, los
parloteos,
la mirada de reojo
y la cabeza baja al
pasar.
La incertidumbre deja
una estela
de recelo a mirarnos.
Es difícil;
con sueños, con
recuerdos,
flashbacks inesperados,
escuchar tu voz de
repente
y de la gente aislarla.
Es imposible;
con la negación,
con la negación,
cuando te aferras al
destello,
a una esperanza de
vuelta,
de retorno a la vida,
nostálgica.
Qué presente
está tu ausencia en mí.
Es tangible:
nuestra distancia me
toca
como si el aire tuviera
manos.
El viento viste agujas
cuando al cruzar
el silencio nos saluda.
La inexistencia es
diferente;
es el vacío denso y
amplio,
el espacio hueco,
una mella en movimiento,
la erradicación de la
duda
sobre tener un lugar
fijo.
La presencia y vida
de un tiempo sin
término,
sin transcurso ni límite
estático.
Ser y estar físicamente,
con una cobertura
invisible,
que margina y por dentro
revuelve
con un sinónimo de
escozor.
Un pasado sin huellas,
un periodo indivisible,
la inutilidad en su
mayor
y desatada identidad.
Tú no me has olvidado;
me destierras,
me tachas de non grata
mientras yo tacho versos
en los que te repito,
porque cansa y harta,
la palabra nostalgia.
Sé desde hace mucho
que no estoy,
que no soy,
ni objeto de miradas,
ni ceniza aún candente,
ni el polvo que se
acumula
tras nuestra estantería.
Te saludo
entre estas tumbas
antes de seguir
sin ser recuerdo,
sin ser olvido,
sin ser nadie,
para ti.
Moni Galindo
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