Hay días que nacen
dormidos, silenciosos
no hay cielo azul, ni
pájaros revoloteando
las gentes, silencios
compartidos
arboles callados, con
leves movimientos.
allí, de un estado
emocional pasamos a
un dolor profundo, a la
incredulidad
es incrédulo pensar,
creer que la vida es humo
que nada retiene a
nadie, que como el viento
que no tiene dueño llega
y se va.
No tiene perdón de los
sentidos, ni de las voces
llega en una amalgama
de colores neutros
infalibles, desgarrados
y vigorosos.
Allí, sin remedios, sin
mañana, solo el ayer
delata nuestro dolor,
nuestras lágrimas
impuros deseos de creer
lo increíble
¿Puede marcharse sin
más un ser humano?
no hay despedidas,
porque los recuerdos lo evitan
llegan como un
remolino, envueltos en desamparos
decir adiós es un
protocolo, que no sabes por qué
¿Adiós a quién? ¿al
amigo?
¿Decir adiós al tesoro
de la amistad?,¿al afecto? ¿A los recuerdos?
¿Y cómo lo digiere la
memoria? si es palacio permanente
una corriente siempre
dando vueltas alrededor de un circuito
una fábula sin
principio ni fin, torpe en protocolos
y, sin embargo, nos
corroen silencios que no sabemos responder.
Allí, hoy, lo que
parece mentira es verdad
tan imposible como
agarrar un hierro candente,
moldearlo a nuestro
antojo sin martillo, con palabras emocionadas
y ese hierro no es
dúctil; es hechos consumados, irreversibles.
Allí, amigo, no quedaron
adioses, porque ante ese imposible adiós,
hay un remanso de
recuerdos, de cariño y sabios consejos
un ayer que, será
mañana, que no borrará el tiempo
porque somos nuestros
hechos, nuestro amor
nuestras palabras sin
que la enturbien los egoísmos.
Somos nuestra
transparencia, nuestra ética y nuestra verdad
y ante ese patrimonio
elaborado en nuestra vida
sin quizás pretenderlo,
somos como somos. sea posiblemente
la verdadera herencia a
los demás y sus sensibilidades,
nadie sabe, que será de
ese mañana
cuando deje nuestro
corazón de latir.
Francisco Herrera
López. Febrero 2018.
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