Le he enseñado a jugar al ajedrez. Tiene
siete añitos. Como de costumbre, él abre la partida. Y como siempre, lleno de
ilusión y esperanza por triunfar, me dice: “Abuelo, hoy te voy a ganar”. Le
miro a su radiante carita y me digo: “La cara no es el espejo, es el alma”; plena
de inocencia, rebosante de confianza, mirada transparente, palabras de verdad,
pureza de pensamientos, ganas de vivir la vida y saborear cada momento sin necesidad
de ambiciones materiales ni artificios; solo le basta un alegre amigo que le
acompañe en sus sueños y juegos de nobles fantasías.
Absorto en mis reflexiones, muevo pero no
juego. Continuo mirándole, ¡Dios mío! ¿Qué futuro le vamos a dejar?, ¿Qué mundo
heredará?, ¿En qué momento comenzará a traspasar la frontera, donde abandone
esos inmaculados valores infantiles y vaya asumiendo algunas maldades de los
adultos? Me invade la zozobra por el devenir de mi nieto y, quizás, por el de
otros muchos más.
¡Abuelo, jaque mate! Su vocecita exultante
de alegría me devuelve a la realidad. No puede ser, el mate Pastor que le
enseñé la pasada semana había acabado con mis angustias… Él, tan lleno de
futuro, me había ganado, además, el presente. Yo, sin apenas futuro, había
perdido también el momento.
Pedro Castilla Madriñán
1 comentario:
Querido Pedro:
Y a pesar de todo, y de todas tus razones que son nuestras razones, la rueda de la vida sigue y sigue.
También me embargan a mí tus zozobras, más sin embargo, hay un jaque mate que se consigue con la mejor estrategia en esta partida de la vida: la de vencer al miedo y, a veces querido Pedro, da mucho miedo vencer al miedo.
Humanos somos y en la batalla estamos.
Un cariñoso abrazo.
Publicar un comentario