Club de Letras UCA (Cádiz, Jerez de la Frontera y Algeciras)
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miércoles, 9 de enero de 2019

Breve crónica de una estampa marinera o el imaginario fondeo del navío San Telmo.






Navío San Telmo, por Alejo Berlinguero, museo naval de Madrid

Como podrán observar en el cuadro, el navío San Telmo está en mitad de la maniobra de fondeo. Imaginemos que después de un largo viaje ha llegado al fondeadero de la bahía de Cádiz, y se ha situado entre la rada portuaria de la propia ciudad y la playa de Levante, frente a El Puerto de Santa María. Esto se deduce por el rizado típico de la mar, tan característico de esa zona cuando sopla el viento del norte durante varios días.

El buque ya ha fondeado su primera ancla, la de estribor, y ahora se dispone a fondear la de babor preparada y suspendida con un solo cabo desde la serviola. El navío abate por la proa favorecido por el viento que lo arrastra hasta situarlo en el lugar adecuado. Este, será el momento en el que el contramaestre de la voz de la voz de “A pique” y el capitán ordene su fondeo con la voz de “Fondo” liberando entonces la segunda ancla del cabo que la sostiene por el arganeo.

Para que el fondeo sea efectivo, el cabo del ancla de babor debe formar un ángulo suficientemente grande con el ya fondeado (no menor a unos 45º), para conseguirlo, el capitán ha decidido poner el navío en facha. Como el viento es bonancible y el buque ha llegado al paraje con la trinqueta y mayor bien aferradas, solo necesita maniobrar con el velacho en facha, un foque, la gavia de mayor y la mesana.

Sin embargo nuestro capitán es un marino prudente y ha decidido ayudarse de dos botes que favorecerán la ciaboga del navío por la proa. Y es que nunca se sabe, si el viento decidiera jugar una mala pasada y cambiar de dirección en mitad de la maniobra, los botes en ese caso podrían culminarla a fuerza de remos, para lo cual, habría que sotaventar la gavia de mayor y el velacho, braceando la verga de mayor por barlovento y la de trinquete por sotavento. En ese caso el contramaestre haría sonar el silbato indicando “Silencio de proa a popa” y dos enormes filas de hombres ya preparados en el combés junto a las regalas de babor y estribor, halarían acompasadamente de las brazas en dirección inversa hasta sacar al buque de la facha.

Aunque por el momento la situación es mucho más tranquila, pues ayudados del cabestrante, el trozo de maniobra de proa está largando despacio el calabrote del ancla de estribor, consiguiendo evitar con ello que el navío guiñe a sotavento mientras ciaboga ayudado de velas y remos.

Finalmente para cortar el abatimiento ¾esto no se ve en la imagen¾, llevada a pique la segunda ancla, se bracearan hasta la cruz las vergas de trinquete y mayor como hemos contado antes. Incluso si el viento no refresca mucho, las vergas de las gavias se podrían arriar hasta la mitad del mastelero facilitando así la maniobra.

Todo ello suponiendo que el navío esté ya aproado a la marea entrante, por lo que no sería necesario enmendarlo con las velas, dando por concluida la situación de facha. Detenida la deriva, se largaran a la par los calabrotes de ambas ancoras y se ordenará a los gavieros trepar por los obenques, correr las vergas y prepararse para recibir la orden de “Aferrar trapo”, orden que solo se dará hasta que se suelte todo el cable que aconseje la lectura de la sondaleza.

Ahora solo queda comprobar que las anclas no garrean. Para ello los oficiales están preparados tomando marcaciones y enfilaciones por la amura de babor tanto a la catedral de Cádiz como a la torre Tavira y por estribor a la torre del monasterio de la Victoria al otro lado de la costa.

Aseguradas las anclas, debemos esperar y comprobar sondas por la popa en previsión de posibles garreos al cambio de marea. Durante todo este tiempo mantendremos el estay ¾aunque suelto de escota¾ y la vela de mesana, que seguirán izadas en previsión de no perder el timón y sostener hasta el último momento la capacidad de maniobra.

Si el fondeo es largo habrá que pensar en disponer de otras dos anclas por la popa, asegurando el buque del embate de las mareas y vientos cambiantes; pero eso no es motivo de esta crónica pues lo más probable es que en ese caso el capitán decidiese buscar otro lugar más resguardado de las corrientes de las mareas llenante y vaciante y aproar el buque a los vientos del cuarto cuadrante, los de mayor presencia en la zona.


                  Manuel Bellido MiIlla.

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