“La
Economía del Bien Común es semejante a los Derechos Humanos”, dice Christian
Felber. Y no le falta razón al fundador de tan esperanzadora alternativa
económica mundial.
La EBC, se fundamenta en valores éticos como
la dignidad humana, la solidaridad, la justicia social, la sostenibilidad
ecológica y la participación democrática con su transparencia. Son los valores
que priman en el Balance del Bien Común para cualquier empresa, asociación o
institución que desee acogerse a sus principios. Muy semejante a los principios
fundamentales que persigue la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Ambas asociaciones también se declaran
apartidistas porque sus principios, tanto económicos como humanos, deberían
entroncarse intrínsecamente en cualquier opción política que se manifestase
democrática. Deberían conformar unas aspiraciones esenciales para cualquier
programa político que anhelara verdaderamente el Bien Común de la ciudadanía y
cumplir con lo establecido en sus Constituciones y Declaración de los Derechos
Humanos.
La
dignidad humana representa para la EBC el mayor de los valores. Dignidad humana
quiere decir valor en Igualdad. Sin condiciones e inalienable. Sólo hace falta
nacer para merecer tan intransferible e irrenunciable derecho. Casi todas las
Constituciones lo recogen, al igual que la Declaración de los Derechos Humanos,
pero, desgraciadamente, pocos países la cumplen.
La desigualdad se ha instalado en numerosos
aspectos de nuestra convivencia humana. Es una lacra del actual sistema
económico, político y laboral. Pareciera que se hubiese diseñado desde las
tinieblas inhumanas. Es notable y abrumadora la desigualdad económica existente
a nivel mundial, también ante la Justicia, la propiedad, de género,
empresarial, mediática –según que países, partidos o personas se alinean o nó
con el poder establecido- y entre los países poderosos y los empobrecidos. La
opulencia y bienestar de los ricos se alimenta de la pobreza y miseria de los
innumerables ninguneados.
Cuando se decía que en Occidente se había
alcanzado la “sociedad del bienestar”, en realidad ese bienestar se reducía al
20% del planeta, el otro 80%, en un gradiente progresivo de precariedad, vivía
y vive fuera de este recinto, en condiciones de extrema pobreza llegando a la
inanición y muerte.
Esta alarmante desigualdad conduce al
doloroso sino de los emigrantes, los refugiados, los desahuciados, los
desempleados, los hambrientos, los empobrecidos, la violencia machista, las
inverosímiles condenas, al saqueo de los pueblos, a los suicidios…
Cuando en una comunidad de seres humanos no
se preserva sistemáticamente la dignidad de cada individuo, tampoco se protege
la libertad. Del idéntico valor de todos los seres humanos proviene nuestra
igualdad, en el sentido de que, en una democracia, todas las personas deben
disfrutar de los mismos derechos, las mismas libertades y oportunidades. Sólo
entonces, cuando realmente todos disfrutemos de las mismas libertades, se dará
la condición necesaria para que seamos realmente libres. La dignidad humana es
la premisa para la libertad.
La desigualdad también nos conduce a la
exclusión y, por tanto, a la ausencia de fraternidad.
Sin los tres fundamentales pilares en los
que se basa la democracia: Igualdad, Libertad y Fraternidad, puede afirmarse
que, en estos momentos, tampoco se está produciendo la auténtica democracia.
Otro pilar fundamental de la EBC y de los DD.HH.
Todo el mundo tiene hoy la conciencia y la
añoranza de una sociedad más justa, más solidaria y más democrática. La EBC
plantea las mismas libertades, los mismos derechos y las mismas oportunidades
para todos. Y para ello, se hace imprescindible limitar la funesta desigualdad
existente.
Se han sustituido los valores éticos por los
valores del Mercado. Se han suplantado los Derechos Humanos por los derechos
del Mercado. Al perseguir ciegamente el aumento del capital financiero y no el
bienestar de todos, el capitalismo patriarcal reinante, está destruyendo los
fundamentos vitales del ser humano y de la Economía. Y cuando los recursos
naturales, también son usados como un instrumento y no como un recurso a
proteger, este cruel Neoliberalismo, depredador de personas y naturaleza y en
una consciente pérdida de sentido, está conduciendo a la humanidad y al planeta
a una turbulenta espiral apocalíptica.
El deber supremo de las personas de bien, es
no desfallecer y actuar con la renovada conciencia de que el “por-venir” está
“por-hacer”. Rigoberta Menchú, decía:
“Cada día debemos recibir el amanecer como se merece”. Debemos situar nuestra
conducta, entusiasmo y voluntad de cambio en sembrar continuas semillas de solidaridad,
de igualdad, de fraternidad y de luchar contra toda injusticia humana porque,
de no hacerlo, estaremos permitiendo que se establezca.
Podemos y debemos construir el futuro. Los
principios democráticos deben volver a inspirar las pautas económicas, dejando
en su justo lugar a los valores mercantiles. Y los Derechos Humanos, deben
conformar la conciencia de todo ser humano de bien.
El siglo XXI, debe representar el tiempo
donde tenga lugar la inflexión histórica del poder de la fuerza a la fuerza de
la razón, la palabra y la dignidad humana.
Pedro Castilla Madriñán
Economía del Bien Común de Cádiz
1 comentario:
El amigo Pedro pone de nuevo el dedo en la llaga.
La ecuación es muy sencilla: Explotar a las personas termina en una explosión. Explosión sin control y de consecuencias tan imprevisibles como funestas.
La orgía de la economía neo liberal debe detenerse. Debemos cambiar su rumbo porque sencillamente no es razonable, no es sostenible ni aceptable mantener la proa hacia los arrecifes como si fuéramos unos insensatos navegantes alucinados por la sola dulzura y musicalidad del dinero: el canto de sirenas preferido por los neo liberales, y debemos cambiar de rumbo porque además, el actual no es ética ni moralmente aceptable.
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