Cada palabra, cada verso de una
poesía tiene vida propia, no es una lectura seguida sin más, como ocurre en
cualquier novela, artículo, que precisa de la unión de otros añadidas, para
completar su intento de decirnos algo.
No, la palabra en la poesía tiene tanta
vida propia, a veces ni el mismo poeta sabe que la tiene, porque inmersos en
metáforas, ha hallado un náufrago solitario, que pervive, sin necesidad de
ayuda, está ondeando el horizonte, ve nubes, agua, inmensidad, pero se siente
fuerte, sabe que solitario como está, precisa de su fuerza tan solo, para
sobrevivir, y que nada espera, de nadie, el verso, apoyado en varias palabras podían
ser una simple madera unida por cuerdas, frágil, pero conclusa, precisa porque
solitaria como está, dice todo lo que es, y como solo ante el resto de las
palabras y versos, tiene que soportar con fuerza y definición cuanto pretende
decir, aunque cada lector la o lo interprete a su manera o intuición y
deducción.
Viaja sola la palabra en el verso,
no tiene que ser a veces acompañada, para qué, si su mar, inmenso mar, está
evocando un canto, una sinfonía que debe quedar anclada sin esperar ayuda de
otras palabras, aunque al final comporte su unión al verso.
Recuerdo un poema, como habrá otros,
del poeta granadino Antonio Carvajal,
donde una sola letra, letra solitaria tras otra, se hace verso ella sola y de arriba abajo el poema,
sin unión ninguna, allá cada ella con su misterio, con su vela , para sentirse
fuerte, conclusa, a veces también tenue, suave, sin más lectura que la
imaginación de cada cual, es poesía que, reclama creatividad, y como una partitura
de signos conocidos, deja a cada persona
su incorporación, y a definir su mensaje.
Por eso la viveza de cada palabra
en la poesía, deben ser un punto y aparte a la reflexión, a la imaginación, al
canto o desencanto, a la vida o a la esperanza, no son palabras vacías, tienen
el contenido claro y diáfano de hacernos pensar, más allá de la belleza del
poema.
Francisco Herrera
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