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de: http://www.doyoucity.com
…Y es que estos pobres
desgraciados tenían bien merecida la pobreza que les atenazaba, pues, eran
ellos y nadie más que ellos los culpables de ser pobres, y todo debido a su
tozudez anti cleptómana, pues por su impotencia no habían sido capaces de situarse
siquiera entre los cleptones de menor rango, razón por la cual, ahora andaban
como aturdidos a la deriva, sin rumbo ni patrón ¾que
contara aquella antigua canción de aquel cantautor¾ arrastrados por la riada de la cleptocrácia
que, como no podía ser de otra forma, lo iluminaba todo.
¿Qué cómo llegó a ser posible
la maravillosa Cleptonia? Pues muy sencillo, sirva un solo ejemplo: cualquier habitante
de Cleptonia, debía trabajar en algo, esto es, si lograba encontrar un trabajo,
y es que el país no estaba ni está como para ir dándole trabajo a la gente, y en
cualquier caso, si así fuera, le resultaría imposible encontrar ese trabajo sin
haber firmado antes un contrato con una Entidad Cleptora, contrato mediante el
cual todo el dinero ganado con su sudor, debía pasar antes por las manos de tan
maravillosa entidad, la cual, se quedaba con una parte de ese dinero por permitir
que su dueño lo usara para cualquier cosa: pagar un seguro, la letra del coche,
ir al cine o saldar los impuestos municipales. Y, ¡oh maravilla! dado que este
sistema era obligatorio en la práctica, pues sumen un pellizco a cada cual y
verán ustedes el moratón que le sale a Cleptonia en forma de unos encantadores
y maravillosos beneficios que agradecían y agradecen los socios Cleptores de
las Entidades Cleptoras que, con toda naturalidad del mundo, usaban y usan tan ricamente
para sus pequeñas cosas de nada tan necesarias para ellos: palacios, yates,
hoteles de lujo, jet privadísimos, joyas carísimas con encanto y con diamantes,
no tener que guardar colas en los bancos o en los aeropuertos y en fin, todas
esas monadas que desprenden tanto glamur. ¡Qué emoción!
Aunque, a decir verdad,
lo más maravilloso de todo aún estaba por hacer en Cleptonia y es que a pesar
del tiempo que había pasado ya desde ocurriera el cambio de nombre en el país,
en Cleptonia aún quedaban reductos verdaderamente rancios y desfasados, tan
alejados de la luminosa modernidad que emanaba de la cleptocrácia. Un ejemplo
es el de la Seguridad Social, fíjense ustedes qué vergüenza, acudir al médico
estando enfermo y encima pretender pagarlo solo con los impuestos. Si señores,
me han escuchado bien, los impuestos, esa práctica abominable tan antigua y en
la cual, aún siguen creyendo clandestinamente algunos traidores a la cleptocrácia.
¡A donde vamos a llegar!, por no hablar de la educación gratuita. ¿Se podrá ser
más cretino?, creer en que todos los habitantes de Cleptonia tienen derecho a
una educación, sin tener en cuenta que la educación es algo solo destinado a la
gente de bien, los llamados a gobernarnos en Cleptonia como Dios manda.
Pues bien señores,
créanme que todo esto de ahora en adelante va a cambiar. En primer lugar, nada
de impuestos, para eso ya están los cleptócratas que saben cómo hacer, y si
alguien se pone enfermo y no tiene dinero para acudir al médico, pues que vaya
con actitud sumisa y con muestras de agradecimiento a las casas de beneficencia
de las Entidades Cleptoras, donde se repartirá una caridad moderada, cosa que
además resulta muy útil como perfume de conciencia para nuestros líderes y sanos
Cleptores.
Por todo ello, los
verdaderos decentes debemos permanecer alerta, pues el peligro acecha ya que aún
los hay que se empeñan en conceptos tan abominables como la justicia y la solidaridad.
¡Una vergüenza! que atenta contra esa otra visión más moderna y simpática de la
obediencia, el miedo, o el sálvese quien pueda…
¡Señor, Señor…!
Continuará…
Manuel
Bellido Milla.
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