HUBO
UN HOMBRE UNA VEZ QUE NO VEÍA
A Jorge Luis Borges
Hubo un hombre una vez
que no veía,
era un hombre de
letras: poeta y narrador esencialmente,
aunque también gustaba
de jugar con ideas.
Y dicen que este
hombre, tan sabio como el tiempo,
sufría por no ver esas
palabras
que tienen alma y fuego
en sus entrañas.
Me han dicho que a
menudo este guardián de libros y leyendas,
aparte de cuentista él
fue bibliotecario,
requería un lector que descifrara
esas hermosas páginas
que llenaban con versos
su memoria
y también con historias
y arrebatados salmos,
de esos que se amasan
con llanto y con pistolas.
Me han dicho que este
hombre también necesitaba un amanuense
que pasara a papel esas
Ficciones
que en sus ojos dormían
y en su mente gritaban
déjanos que nos vistan
papel y páginas.
Me han dicho que este
hombre, tal vez lo haya leído,
levantó un universo letra
a letra.
La Historia de la Eternidad plasmó en sus libros
y también, como apasionado
porteño,
la Historia de la Infamia describió a navajazos.
Un Hacedor de Lunas se creía,
aunque tal vez, sin él
saberlo,
era Sombra del Aire, el Aleph, único e infinito
como un Libro de Arena.
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