Salón
de Grados de Derecho, Campus Universitario de Jerez
6
de Marzo de 2020.
A
las 6 de la tarde y tras las bienvenidas y saludos, iniciamos nuestra reunión
con un minuto de silencio que nos permitió crear el clima adecuado para
reflexionar, concentrarnos y así aprovechar al máximo nuestro breve encuentro.
A
continuación se presentaron por parte de José Antonio Hernández Guerrero las
últimas obras de nuestros compañeros: en narrativa “La memoria en llamas”, de Antñín Díaz, y en poesía las dos
creaciones “Código de sanación a la
naranja” y “Acrósticos y otras
palabras discordantes” de Maritxé Abad y la publicación “Te lo he dicho con el viento” de Enrique
Rojas.
(se adjunta, como elemento principal
de esta reseña, la intervención íntegra del director del Club de Letras)
Los
autores hicieron comentarios sobre sus obras y leyeron algunos relatos y poemas;
asimismo los asistentes pudimos dirigirles varias preguntas, estableciéndose un
interesante debate en el que destacó la idea de que la buena literatura, para
convertirse en clásica, debe ser independiente de las circunstancias vitales y
particulares del escritor en el momento de la redacción de su trabajo.
Esta
presentación, ya convertida en tertulia se alargó un buen rato y finalizó con
el reparto de ejemplares del texto “La
escritura narrativa”, de referencia en este curso, a aquellas personas
que aun no lo tenían.
Finalmente
nos despedimos siendo ya las 20,15 horas, hasta nuestro próximo encuentro.
Reseña
elaborada por Agustín Fernández Reyes.
PRESENTACIÓN EN JEREZ, 6 DE MARZO DE
2020
José Antonio Hernández Guerero
“La memoria en llamas”, de Antoñín Díaz
Los relatos literarios nos descubren
lo que está oculto en cada uno de nosotros. Cuando poseen calidad, constituyen
esa híbrida expresión del fondo íntimo del ser humano, de ese reducto “sagrado”
en la que se encuentran el espíritu y el cuerpo, el pensamiento, la fantasía,
las emociones y las sensaciones: la realidad y la ficción.
Los relatos literarios están situados
en la intersección de la conciencia y del mundo. En contra de los que piensan
que lo único digno de la literatura es el reino del espíritu y frente a los que
opinan que, por el contrario, la literatura es el triunfo de la materia,
nosotros defendemos la tesis de que la gran literatura es la revelación del
“espíritu impuro”. Es decir, refleja ese ser humano que vive en un confuso
universo de lucha, de triunfos y de fracasos.
Lo peculiar del ser humano es esa oscura y desgarrada región del alma en
la que lucha el bien y el mal: el amor y el odio, la realidad y la ficción, la
esperanza y el sueño, el pasado y el futuro, la luz y la oscuridad.
El alma, el espíritu, la mente o como
queramos llamarla, es esa mezcla confusa de aspiraciones de eternidad y de
impulsos ciegos que nos conducen a la muerte, es esa combinación de lo relativo
y lo absoluto, de lo diabólico y lo divino
Estas afirmaciones tan elementales
las confirman los relatos titulados Memoria
en llamas, una invitación amable para que penetremos
en el fondo de nuestras propias experiencias. La literatura es una senda
imprescindible para descubrir y para explicar los múltiples sentidos de la vida
humana.
En
mi opinión, uno de los valores más importantes de este libro es el tino con el
que el Antonio identifica las claves secretas de la escritura literaria. La
claridad con la que nos explica los significados de esos comportamientos reales
que, a primera vista, parecen inverosímiles. En este libro nos demuestra que él
es ese observador atento que nos señala los comportamientos tan frecuentes que,
mirados superficialmente, nos parecen extraños, fantásticos e irreales, pero
que, para la mayoría de nosotros, carecen por sí solos de fuerza literaria.
¿Dónde reside -me pregunto- esta
habilidad para construir estas obras de arte?
En
primer lugar -respondo- en su decisión de permanecer sumergido en el fondo de
la corriente de la vida con los sentidos abiertos para captar las resonancias
emotivas de esos episodios aparentemente incomprensibles. Y es que la vida humana es esa realidad que
supera el pensamiento racional y los comportamientos convencionales. Y es que,
efectivamente, la imaginación, las sensaciones y las emociones participan y, a
veces de manera dominante, en el juego de la vida. Por eso -y esta es mi
primera conclusión tras la lectura- este libro, que Antoñín apela a nuestra
memoria emocional, no es, ni mucho menos, una colección de meras anécdotas
divertidas sino una invitación amable para que penetremos en el fondo de
nuestras propias experiencias y para que analicemos nuestros comportamientos
normales y, quizás, nuestras reacciones extrañas.
Este libro es sorprendente: eso es lo
primero que hace el lenguaje literario: Sorprender. Os confieso que estos
relatos me han sorprendido porque me han hecho pensar en la permanente
contradicción y en la inquietante contrariedad de nuestras vidas cotidianas, y,
además, me han servido para constatar las “cuerdas invisibles” que mueven esas
sorprendente contradicciones de las experiencias diarias.
Todos
estos relatos -poemas intensos- son unos acertijos que nos plantean
interrogantes desde las primeras palabras, y generan unos incontenibles deseos
de adivinar unos desenlaces que, en la mayoría de los casos, no coinciden con
los finales de los relatos.
Este
libro despierta la curiosidad: esa es otra de las funciones que ejerce el
relato literario: despertar la curiosidad. Antonio Díaz hace gala de una amplia
batería de procedimientos técnicos para despertar nuestra curiosidad, para
mantener nuestra atención y para sugerir respuestas múltiples que, por
supuesto, siempre se ven superadas. Sus enigmas nos hacen sentir y, a veces,
hasta reflexionar y analizar las entrañas del pensamiento y las raíces de las
emociones, pero siempre, además, nos provocan una sonrisa como expresión de nuestra
complicidad con las delirantes travesuras: todos estos relatos generan una
atmósfera de cordialidad y de “simpatía”.
¿Por qué -me pregunto- estas
historias son interesantes?
Sus
historias son interesantes porque son verosímiles, creíbles. Y es que,
efectivamente, Antonio nos demuestra que conoce y aplica con notable destreza
las técnicas del relato breve y, en especial, que está dotado de una singular
habilidad para identificar el nervio íntimo que proporciona verosimilitud a la
historia, pero es que, además, nos muestra su singular sensibilidad poética, su
inagotable capacidad para hacer que “una cosa sea otra cosas” porque,
efectivamente, él nos descubre que las punzadas no son como las libélulas, sino
que “son libélulas” (p. 48).
Pero
es que, además, sus relatos nos divierten, nos emocionan y nos hacen pensar. Cada
uno de los relatos nos demuestra que él posee un gusto exquisito para
condimentar los textos con una equilibrada proporción de procedimientos
clásicos y de recursos actuales, como, por ejemplo, el dibujo escueto
intensamente expresivo de los protagonistas, la cuidada selección de los rasgos
que enmarcan cada historia y, sobre todo, la agilidad en el relato de unos
episodios que, además de sorprendernos, nos divierten, nos emocionan y, como
dije anteriormente, nos hacen sentir, soñar y pensar.
Fíjense,
por ejemplo, en el veloz ritmo narrativo que, gracias al uso de polisíndeton,
llega a ser trepidante y que nos contagia la ansiedad de Alinandito cuando,
cubierta la cabeza con una bolsa de plástico, está a punto de asfixiarse y de
caer desmayado.
Antonio
posee una singular habilidad para manejar las emociones. A mi juicio, uno de
los aciertos más valiosos de esta obra es la habilidad que exhibe Antonio Díaz
para detectar y para manejar las emociones como factores determinantes de la
expresividad literaria, la destreza para penetrar en el ámbito de los
sentimientos, de los nuestros y de las personas que nos rodean, ese sistema de
impulsos, a veces incontrolables, que motivan y explican la mayoría de nuestros
comportamientos.
Y
es que, efectivamente, como nos dice en la introducción del relato titulado “La
bolsa de jabón Lagarto”, en el funcionamiento del cerebro podemos encontrar las
claves de algunas de las asociaciones literarias más originales como, por
ejemplo, “los extraños mecanismos que desatan los nudos gordianos de nuestras
neuronas: un perfume, un sonido, una palabra… son llaves que nos liberan las
escondidas vivencias de nuestra infancia”, p. 98).
Me
permito ofrecer un consejo: que lean detenidamente el prólogo, antes de abordar
los relatos y que, después, vuelvan a leerlo.
Breve preámbulo a los poemas de Maritxé Abad i Bueno y Enrique Rojas
A
los poemas de Maritxé Abad i Bueno y de Enrique Rojas hago una introducción
general y, después, unos comentarios a cada uno de sus libros:
El
paraíso que vale la pena instalarse para escribir poemas es la intimidad ese
recinto sagrado que nos obliga al respeto, al agradecimiento y al secreto. Para
leerlos con gusto es necesario que seamos conscientes de que sus autores nos
eligen como sus confidentes y como sus cómplices. Es necesario que tengamos en
cuenta que en ellos Maritxé y Enrique han refugiado los latidos intensos de sus
corazones y de sus entrañas. Por eso, para calar en todos sus sentidos, debemos
-deberíamos- abstraernos de los ruidos que nos rodean.
“Código
de sanación” y “Acrósticos”, de Maritxé
Abad i Bueno
Defino los tres rasgos fundamentales
- Densidad
- Intensidad
- Hondura
La
densidad está determinada por la elevada cantidad de valores estéticos que
encierra en cada uno de los poemas:
- las
imágenes en diferentes fórmulas gramaticales, léxicas y semánticas.
- La
abundancia de sorprendentes y originales paradojas.
- Los
oportunos paralelismos.
Con
estos procedimientos nos descubre las esencias de comportamientos humanos, la
médula de significados ocultos en palabras y en sonidos.
1.-
Como ejemplo de estas afirmaciones, os animo para que os fijéis como, en el
primer poema, titulado “Reeducación Vesical”, nos cuenta cómo cada órgano
corporal posee individualidad, personalidad humana propia, pero se siente
solidario con los demás, y, tras superar un accidente inoportuno, ofrecen y
reclaman nuevas formas de ubicarse, y se esfuerzan generosamente para hacer
posible la convivencia entre todos ellos. Y es que, hacer poesía, es
identificar la dimensión humana de cada uno de nuestros miembros, de cada una
de nuestras acciones y de cada uno de nuestros objetos.
2.-
Sí, esa es la razón profunda que explica cómo la palabra, el silencio, el gesto
o la simple presencia del médico poseen el poder taumatúrgico de curar el
cuerpo y de serenar el espíritu.
3.-
Por eso, el despertar en la unidad de cuidados intensivos, es un grito de
esperanza y, sobre todo, un himno de gratitud, una irreprimible canción de
amor.
4.-
Y la aplicación de la santa y milagrosa Morfina suscita una fervorosa oración,
una ofrenda de agradecimiento.
Renacer
entre naranjos
1.-
En “Al compás” el paisaje y el tiempo, el escenario y la acción resumen y
condensan los contenidos fundamentales de la vida humana, la actividad y el
movimiento -vita est in motu dice la filosofía medieval- y su paso, su paseo,
por la tierra, por el suelo.
2.-
En “Nuestro hogar” se recrea la atmósfera calidad generada por recuerdos
entrañables, por vivencias íntimas y por proyectos ilusionantes de una vida
compartida.
3.-
Y el mar Mediterráneo –que encierra, refleja, proyecta y “regala” el rostro
amado de la madre que vuelve a encender las llamas del amor, del dulce amor
agradecido, de la luz que descubre los secretos de la vida, el misterio fecundo
del momento presente:
Toda
la luz nos circunda
nos
devuelve al misterio
del
presente que estalla
“Te
lo he dicho con el viento”, de
Enrique Rojas Guzmán
El
comentario sobre su anterior libro Las
huellas del agua lo empezaba con tres palabras, tres afirmaciones rotundas:
- Sorpresa
- Alegría
- Esperanza
En
este segundo libro, Te lo he dicho con el
viento sólo mantengo la segunda –la alegría porque ya ni me ha sorprendido
y la esperanza se ha disipado con la constatación de la realidad.
El
misterio de la poesía se produce cuando el poeta acierta orientando hacia la
confluencia mágica sus diversas sensaciones de cada uno de sus sentidos, las
resonancias emotivas y los ecos íntimos de sus entrañas corporales y mentales.
Cuando
nos descubre los mensajes trascendentes que le dirigen cada uno de los seres de
la naturaleza.
Enrique
sabe que todos los seres de la naturaleza son seres animados. Todavía más:
todos los elementos de la naturaleza el viento, el mar, el sol, la luna son
seres vivientes dotados de sensaciones y de emociones, y que, por eso, sienten
y padecen, y, por eso, hablan, gritan, callan y escuchan. Enrique conoce,
además, ese código secreto con el que la naturaleza transcribe sus mensajes: su
pronunciación, su gramática y su peculiar diccionario.
Por
eso podemos afirmar que el Enrique es un intérprete o, mejor, un traductor que
nos traslada las voces, los silencios, las palabras, las peticiones y las
respuestas que esos elementos naturales nos dirigen.
Enrique
escucha la voz de la naturaleza que resuena en sus entrañas: cierra los ojos y
escucha, y, allí, conecta con esos sonidos y da un paso más importante: pide
prestada esta voz a la naturaleza para interpretar y para proclamar el misterio
de su amor, aprovecha las melodías y los ritmos cambiantes de los vientos, de las
luces, de las nubes, de las mareas, de los soles y de las lunas, para dibujar
“cielo infinito de tu boca”,
“Tus
ojos son el solsticio del único cielo que adoro.
Tú
eres la semilla de la tierra que piso.
Tú
eres la gota del mar que se desangra cuando mi llanto.
Hay
veces que apagas la luz de la noche
Y
me traes el sol que me quema los labios. (P. 44)
Todo
esto lo dice, nos lo cuenta, lo vive, con el propósito declarado de eternizar
sus sentimientos, de volverlos inmortales:
“es
una forma de eternidad, pues eterna es la persona sobre la que se escribe al
quedar ahí, entre los versos, se vuelve inmortal. Es imposible que esa llama se
apague, ya que, en caso de olvido, será suficiente con abrir las páginas del
libro”.
Porque
permaneces,
Entre
verso y verso,
Cargada
de vida.
Te
lo he dicho con el viento…
Y
más allá del amor, quiero decírtelo con el olvido”.
Y
aquí, en esa promesa de eternidad y de olvido, Enrique nos explica el secreto
de su poesía, el misterio de la existencia humana: la paradoja:
Esa
contradicción permanente entre la presencia y la ausencia, entre el hueco
vacío, a pesar de su pretensión de llenarlo, entre el vacío de palabra y la
plenitud del silencio, entre su espíritu transgresor y su fidelidad a la
promesa. No olvidemos que la transgresión encierra un aliciente y que la
subversión posee el atractivo que despiertan las prohibiciones.
Este
poemario es una manera de hacer justicia, de pagar una deuda y de mostrar
gratitud.
Es
un canto de “acción de gracias”, sí de gratitud, de amistad y de amor.
Al
rumor de los mares, Océano inmenso de libertad.
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