Un
titular para un crimen
La
hablilla de hoy, sugerente y periodística, nos devuelve al reportero, al
trabajo de campo que discurre entre la incertidumbre y la aventura con mil y
una preguntas sin respuesta inmediata, a
su insistencia casi impertinente porque la hora del cierre diario le angustia y
obliga a publicar la noticia concisa y esperada por los fieles lectores,
aquellos que desde pequeños, como él, descubrieron el hechizo de la lectura en
una columna hecha de palabras, con antetítulo y título, sin ladillo donde
descansar la vista y la imaginación. Se trata de la nueva obra de M. Carmen
Orcero, por la que Ediciones en Huida ha apostado de nuevo. La conocimos cuando
firmó A la sombra de los tamarindos, una historia actual que narra el viaje
especial, inevitable y voluntario de Paloma tras el hecho que le destrozó la
vida. Luego nos sorprendió con El suave
olor de las magnolias, donde nos lleva a 1900 de la mano de otra mujer, Beatriz,
que se crió en un ambiente distinguido y burgués, que no teme a coger las
riendas de su propia familia, decisión que la obliga a crecer y a madurar
demostrando su valor. Ahora nos sorprende con Un titular para un crimen,
retrocediendo al verano de 1881.
Su lectura nos devuelve
las novelas de Emile Gaboriau, quien murió unos años antes de que el joven
periodista Vicente llegara al Diario de San Fernando con la ilusión puesta en
formar parte de la redacción, porque La Isla es el escenario donde tiene lugar
un crimen que sorprende, amedrenta y seduce a los lectores del momento, después
de que la oralidad lo extendiera en un afán de llegar pronto a otra boca. El
misterio y la intriga conforman la trama de esta novela policíaca elaborada
conforme a su esquema, que no es otro que las tres partes de una narración, es
decir, un planteamiento a partir de un enigma: el hecho y la causa por la que
se comete un crimen. El nudo lo entrelazan las circunstancias que originan las
pistas, las averiguaciones y las pruebas que llevan al desenlace, a la
reconstrucción del crimen y a la demostración de culpabilidad. La ambientación,
la difícil reproducción de la cotidianeidad a partir de la documentación
histórica y sustentada en el lenguaje de la época descubierto y rescatado de la
hemeroteca, concluyen en esta novela genuina en lo que caracteriza a su estilo:
el misterio, la investigación y la idea de justicia. En cuanto a la narración, M.
Carmen Orcero maneja con soltura el empleo de la tercera persona, con tal
destreza que convierte al narrador en personaje, el que lleva y distribuye el
peso del la historia. En un momento concreto y preciso recurre a la peripecia para
dar el giro que aboca hacia el final, donde todo encaja. Una obra que formó
parte de aquel Diario de San Fernando en forma de folletín muy especial. De
haber sido real, habría acrecentado el interés semanalmente incrementando las
ventas, fomentando una relación romántica entre el cuadernillo y la mano del
lector, una relación íntima e invisible a los otros.
M.
Carmen Orcero, una vez más, ha logrado aislarnos, meternos en ese espacio que
crea la realidad de una historia inventada, suscitando el deseo de llegar a
casa para seguir leyendo. Pero sobre todo ha conseguido transmitir y regalar el
gozo que siente mientras cuenta una historia. Gracias, Carmen, por estos ratos.
Adelaida
Bordés Benítez 27 de noviembre de 2016
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