Foto Juan Moya
Cuando los tatuajes de los ojos se borraran,
las montañas, ya no tendrían alud en esta vida.
Y las lágrimas del viento correrían hasta la ciudad
de un mundo sin poemas,
cargado de zozobra y ambiciones relevantes,
que no pueden frenar las
riadas de la vida.
Pero
el tiempo es indomable en el mar,
y las aguas nunca se detienen en el tango
de los días,
ni tampoco se detienen bajo el reloj de
las horas suplicantes.
Y la vida sigue con sus arquetipos de trompeta,
que suenan donde quieren dar ruido
para que el hombre se entretenga
al escucharla.
Mientras tanto, hay bocas agrietadas por el mundo,
y niños sin infancia con sangre entre las
manos,
que han sido marionetas de la codicia
humana.
Y el astro sigue girando con violetas
amarillas,
porque el hombre sólo mira su
horizonte escalonado,
y se lava las manos con frescas flores
marchitadas.
Y así, pasa la vida galopando a sobresaltos
con corazones, que no dejan lugar al
deshielo,
y
corazones amasados con las brasas de la
ausencia,
que han tejido con telarañas de amor entre
fronteras,
la conciencia inquebrantable de los
hombres
y un oasis de Amor, donde bebe la esperanza.
Pero el cielo sigue con
impaciencia esperando
que, al fin, se le caiga al
orbe el tatuaje de los ojos.
Mª del Carmen Rodríguez López
Algeciras, 12 de mayo de 2017
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