Con el
fin de contribuir en el logro de ese “saludable silencio” que, en reiteradas
ocasiones he propuesto, y con la intención de colaborar para mitigar esos
ruidos atronadores que tanto nos espantan y esas permanentes cantinelas que
tanto nos aburren, he decidido suprimir estos artículos semanales hasta,
quizás, el comienzo del nuevo curso.
He
llegado a la conclusión de que este silencio nos puede servir -aún más que las benévolas
palabras- para serenar nuestros ánimos, para tranquilizar
nuestras conciencias, para infundirnos esperanzas, para controlar los temores
y, en resumen, para estimular las ganas de vivir apaciblemente. Estoy convencido
de que este apagón tendrá unos saludables efectos, al menos, simbólicos. Será
una terapia que nos limpiará el corazón de humores y nos purificará la sangre
de esos virus contagiosos que envenenan la convivencia social y que, a veces,
agrian el bienestar familiar. Servirá, al menos, para que seamos conscientes de
que la saturación de palabras hirientes, petulantes o vanas, nos agobia, nos
irrita y nos empacha hasta, a veces, hacernos vomitar.
Es
posible que este tiempo de silencio nos sirva para ahorrar energías, para leer con mayor tranquilidad otros artículos más
profundos, interesantes y divertidos, para escuchar plácidamente música o para releer
con fruición algunos de esos libros que, en nuestra juventud, nos distraían. Ya
verán cómo nos resuenan de otra manera y, quizás, hasta nos hacen soñar.
Podemos emplearlo también en conversar con nuestra pareja, con nuestros hijos y
con nuestros amigos, pero, probablemente, el mejor resultado de este tiempo de
silencio será un lavado de la contaminación acústica que favorezca la reflexión,
el descanso o, simplemente, que nos ayude a mantener la mente en blanco para
disminuir el estrés y para ahorrar esas energías que necesitamos para otras
tareas más importantes y más gratificantes.
José Antonio Hernández Guerrero
1 comentario:
Esperaremos en silencio hasta el nuevo curso.
En silencio o escuchando Jazz con los ojos cerrados.
Os aconsejo a Andrea Motis, una de las llamadas a ser grandes damas del Jazz. Catalana y española de 21 años.
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