Foto Juan Moya
No le gustaba el helado de tutifruti. El sabor de la nata tropezaba
con esos trozos que alteraban la suavidad de la golosina, que la empalagaba
hasta el empacho. Por eso insistió en un corte pequeño cuando él la invitó,
creyendo que se libraría de aquel arcoíris de sabores. Gozo en pozo. Le tocaron
todos y además no podría disimular. Tendría que esconderlos debajo de la lengua
y esperar la ocasión para deponerlos con disimulo. El heladero, en cambio,
lampaba por esa mezcla dulce y fría en la boca y porsugerirle una cita a la que
no se atrevía a ponerle día ni hora. Probó ingenuamente con aquella porción de
irresistible tentación sin contemplar que podría equivocarse.
Ella no volvió a acercarse al quisco. Cuandopasaba por allí,lo
saludaba por compromiso.Por qué no le dio un polo de naranja, que era lo que
siempre le compraba de vuelta a su casa. Pensó en muchas cosas pero no en un
paladar distinto. Un helado de vainilla, por favor, le solicitó una colegiala.
En la carpeta no estaba la foto de Justin Bieber sino el cartel de Casablanca.
Si a Elsa y a Rick les quedó París…
Adelaida
Bordés
Algeciras, 12 de mayo de 2017
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