Club de Letras UCA (Cádiz, Jerez de la Frontera y Algeciras)
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sábado, 9 de mayo de 2020

Crisis de mentalidad


Imagen obtenida de: https://pastorcortes.net



“Insensatez se llama a hacer lo de siempre y esperar resultados diferentes”

Es la famosa frase avisándonos sobre nuestros actos, nuestras omisiones y las consecuencias que tienen.

Es posible que resulte cómodo aplicar una y otra vez las recetas que conocemos, que un día aprendimos y que hemos hecho nuestras. Tradicionales. Pasa incluso en la cocina. Lo insensato es esperar que, con los mismos ingredientes, las lentejas salgan diferentes. Esto debería obligarnos a pensar sobre nuestra trayectoria. No solo la del inmediato pasado. Pensar en la relación que tienen los resultados y las actuaciones; la actitud y la mentalidad, quizá en orden de precedencia inverso, es decir, cómo la mentalidad determina a las actitudes, y cómo estas influyen en las actuaciones con las que, finalmente obtenemos los resultados.

Parece sensato pensar que, los resultados cualesquiera que sean, tengan relación con la mentalidad de la que brotaron. Así como el curso de un rio determina su desembocadura, cualquier resultado es heredero de una mentalidad. Os propongo acercarnos al fenómeno desde distintas perspectivas.

Desde la coherencia

Qué decir del que abraza una fe y olvida cumplir sus mandamientos. Se pueden decir muchas cosas, claro, pero una de ellas, no. No se puede decir que sea discípulo de ese credo, por muchas manifestaciones estéticas a las que acuda, por muchos anagramas que luzca, por muchos rituales a los que asista. Simplemente porque su enfoque básico reside en la comodidad. Por eso se reafirma en los acontecimientos estéticos y no en el cumplimiento de sus mandamientos. Esta forma de hacer queda lejos del amor y la compasión, ambos exigentes e incómodos, y se acerca a la indolencia y la impiedad, menos complicadas de practicar. Lo más probable es que esta actitud termine en manos de la rigidez y la intolerancia y, en última instancia, de la violencia.

Pedir respeto por nuestro credo es practicar el respeto con los demás; buscar la armonía es trabajar por la paz; vivir en comunidad es arrimar el hombro; desear la hermandad es ser justos en lo íntimo y en lo cotidiano. Sin fanfarrias, sin ostentaciones, sin estridencias, sin reparos.

Algo similar podríamos decir sobre el que se diga patriota, y sea incapaz de ser algo generoso con sus compatriotas, de no entender que cada uno tiene sus propios ojos y por tanto visiones diferentes de la misma cosa, incluso tradiciones distintas sin que por ello deje de ser nuestro hermano. El que se diga patriota y sea incapaz de entender algo de esto, no podrá decir que pertenece a una patria. Habitará en un cortijo, en un feudo, en una tribu; pero entonces su mentalidad lo empujará al perpetuo enfrentamiento entre hermanos, y me parece que de guerras civiles sabemos mucho en España. Aprender de ellas nos obliga a entender las ideas y credos como plataformas para transitar en el río de la vida; nunca como barrotes que impidan abrazar al otro.

Desde los retos

Una vida plana es una quimera. Una vida perfectamente predecible: una ensoñación. No es realista pretender que todo quede bajo nuestro control. A nuestro gusto para nuestra tranquilidad. No es natural. Tampoco lo es basarse en la máxima de que el cambio es peligroso porque implica incertidumbre. Una mentalidad así está basada en el miedo, que no es otra cosa que el padre de la indolencia, la crueldad y la violencia. En algún momento de la prehistoria el miedo nos ayudó a defendernos de las fieras, pero la mentalidad de aquellos humanos primitivos no puede querer hacerse un sitio en nuestro tiempo.

Los seres humanos somos mucho más felices si derrotamos al miedo, porque, aunque el miedo sea un instinto básico, está superado como mecanismo de supervivencia. Hoy el ser humano dispone de herramientas más eficientes y seguras para vivir: la razón, la educación, el civismo, la ciencia, la cultura, la tecnología… Todas ellas son conquistas de la historia humana, y todas ellas son hijas de mentalidades positivas, actitudes que supieron enfrentarse con inteligencia a los retos y a las situaciones inciertas.

Desde la honestidad

Qué podría decirse de una mentalidad que, creyendo en la propiedad privada fuese condescendiente con el que roba, que castigara al pequeño ladrón y llenara de laureles al que saquea como mil ladrones. Como diez mil ladrones. Podrían decirse muchas cosas, menos que es honesta. ¿Es moral y éticamente aceptable una mentalidad deshonesta? No. Opino que una mentalidad así es mejorable, y en última instancia reprobable. Las mentalidades que definen a un pueblo sano deben sostenerse sobre reglas destinadas al bien común, y el individuo deshonesto debe ser aislado, pues basa su bien particular en el perjuicio a los demás.

Debemos exigir honestidad y ensalzar al honesto, y con la misma fuerza señalar al corrupto mostrándole nuestro desprecio. No se trata de una cuestión filosófica, en este caso es pura supervivencia, pues, si ninguna civilización corrupta ha sobrevivido a la historia, una nación mucho menos.

Desde la esperanza

Las crisis sobrevenidas son tan antiguas como la historia de las civilizaciones. Pueden ser muchas y de distinta naturaleza: económicas, de valores, de confianza, de identidad, de salud pública…; pueden ser más o menos intensas o difíciles de superar, pero todas tienen un factor común: son pasajeras si de ellas se aprende. Sin embargo, hay una crisis de naturaleza endémica que tiene por sí sola la capacidad de destruir a pueblos enteros e incluso a civilizaciones. Se trata de la crisis de mentalidad. Porque ésta es transmisible de padres a hijos y se autoalimenta en la calle. Aunque no es invencible. La victoria sobre ella también es posible. Estoy hablando de la batalla de la evolución. Solo hay que ser un poco más coherentes con lo que decimos ser, no tener miedo a los retos, procurar la honestidad y arrimar el hombro como sabemos hacerlo las personas de a pie. No es tan sencillo como un paseo por el campo, pero está al alcance de nuestra mano y solo necesitamos empezar a practicar.


             Manuel Bellido Milla.


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