Me sugiere…
Si tuviera que valorar al hombre, tendría que usar el
plural de hombres y mujeres, porque es justa la reivindicación de estas últimas
a ser nombradas. No solo porque todo ser
humano nace de ella sino porque la deuda contraída con ellas debe ser
reestablecida.
Como es el valor más sublime de nuestra condición: la equidad,
que esta palabra incluya la elección; la condición suprema de propósitos;
libertad de expresión, de culto, seguridad y eliminación de la pobreza, en todo
hombre y en toda mujer. (Algo de algún discurso)
Seguimos avanzando en las inmersiones del
conocimiento, desde los océanos profundos y desconocidos a los lejanos
horizontes, más allá de las estrellas, más allá de la célula.
Seguimos – “infatigables”- oficiando los sectores de
sustento: primario, secundario y terciario, cuidando de sus límites con las fuerzas
encontradas de intereses, hacia el equilibrio que declamaban personas sabias,
sujetando las tirantas de una cama elástica. Sostenibilidad, en la mesa de tres
patas donde todos nos sentamos a comer, a dialogar, con el firme propósito de
conseguir la práctica más conveniente para el futuro.
Seguimos errantes de ideas e imaginación, pensamiento
e imaginación, “alado de pensamiento”, construyendo y destruyendo y
reconstruyendo sin ser del todo igual al momento siguiente. Es condición humana
proteger a los desvalidos y vulnerables. Los niños, los ancianos, los
inmigrantes, los pobres,… nos revelan nuestra condición humana. ¡qué sabiduría!
No es solo el dominio de la palabra, o de la invención, sino también la mirada
invisible empática; el gesto generoso del respeto y la conquista general de la
acción solidaria, lo que conforman nuestra dignidad humana.
Seguimos con propósitos compartidos, en general,
paradojas. La tierra está herida y nosotros dentro, con un paraguas invertido
de varas legales para protegerla-nos. La agujeran unos poderosos insolentes e
ignorantes que creen que la vida continuará con el papel virtual.
Pero aquí estamos, aquí seguimos, erguidos, con la
energía de la ingenuidad de la infancia, la osadía del joven y el amor
responsable de la madurez.
Josefina Núñez
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