12/04/2020, 20.49h, Domingo de Resurrección
Una gaviota, dos
gaviotas, tres gaviotas, cuatro gaviotas sobrevuelan el barrio en la tarde.
Una vía láctea de nubes
blancas atraviesa el firmamento, con dos tonos: grisáceo e iluminado por el
sol, por arriba y por abajo. No tienen prisa por irse. Están embobadas
contemplando el atardecer.
Un par de gorriones juegan
de rama en rama en el árbol de la acera, moviendo las escasas hojas que éste tiene.
La luz de la farola acaba
de llegar, antes de que la huida del sol oscurezca la calle.
Olor a primavera llega de
vez en cuando.
Plantas verdes en el
patio.
Un perro ladrando a lo
lejos.
La palmera del parque
cercano mueve su peluca.
Continua la humareda de
nubes, cada vez más rosadas y dispersas.
Pajarillos regresan
juntos a sus nidos.
Aquí estoy sentada.
Mañana hará un mes que
nos despedimos del mundo, que dejamos para otro momento los encuentros y las
salidas.
Muchos días con una
misma, sin permiso para abrazar a nadie.
Aquí, mirando el cielo,
con trinos, con colores de ocaso, con la espera de vecina.
Muchas cosas se podrán
escribir en esta cuaresma nuestra, muchas se estarán escribiendo y saldrán
publicadas en el futuro inmediato.
Para algunas personas
solas, esta situación les está suponiendo una prueba de aguante que traducen en
una frase: “Estoy del coronavirus hasta la coronilla”.
Otras tendrán la ocasión de
encontrarse en el fondo del cajón a la derecha con la que han ignorado por
temor.
Ha aparecido un lucero
allá arriba.
En breve, todo se tornará
negro, salpicado de lentejuelas.
La noche invitará a soñar
mejores tiempos.
Un sonido de banda
musical: “¡Oh pecador, ¿dónde vas errante?!”, con tambores y trompetas, se oye.
Alguien quiere despedir con música el domingo de Resurrección.
La oscuridad va cubriendo
la tierra y me impide seguir escribiendo.
Francisca Sánchez Rico
No hay comentarios:
Publicar un comentario