Sobre la vida buena y sobre la buena vida
Tiene
esta sencilla frase escrita por nuestro profesor Hernández Guerrero la palabra vida un calado envolvente que no pasa
desapercibido.
Rafael
Corazón González en un pequeño ensayo sobre los fundamentos para una filosofía del trabajo, afirma que
“sobrevivir, no basta. Se trata de vivir y de vivir bien”. Y es que para este
pensador esta premisa se convierte en una necesidad desde que la persona toma
conciencia de cuidar de sí misma. Rafael afirma que “el mundo no está hecho de
antemano”, se trata pues, de ir creándolo, de añadirle el valor que para
nosotros carece: si para el hombre –en su evolución- su fin último era el de
sobrevivir y mantener su especie, el concepto de vivir da comienzo en el
instante en que comenzamos a sentirnos personas. Se trata, según él, de gozar
de nuestra autoconciencia, la misma que nos evita de caer en la infravaloración
de uno mismo. Vivir el mundo para este pensador, es habitarlo con nuestras
ideas, habitarlo con nuestros hábitos: “si somos capaces de darle nuestro
sentido al mundo, somos capaces de ejercer nuestra propia libertad”.
Libertad
es un concepto clave para el estadounidense John Dewey (1859-1952). Fue un gran
pedagogo que se enfrentó al sistema educativo impartido en las escuelas
americanas, donde la educación alineaba a los niños en un sistema en el que no
tenía cabida el desarrollo de las capacidades verdaderas y propias como seres
humanos. Una verdadera educación, aquella que te encamina hacia la felicidad,
“no sólo consiste en el trabajo sobre uno mismo”, sino utilizando como
herramienta el pensamiento, hay que darle una utilidad social. Es por esto que
para Dewey, en su filosofía pragmática, tiene un lugar de preferencia “el arte
de dar”, como supremo arte. Aquel que nos hace posible perfeccionarnos en
nuestro propio mundo espiritual y a la vez contribuimos al bien de los demás.
Dewey nos enseñó que vivir a gusto con nosotros mismos, es también dar cabida
en nuestra consideración al “otro” como prójimo, es decir; “la madurez consiste
en saber adquirir para ti a la vez que dando”. En definitiva, saber vivir en la
paz de la benevolencia.
Dewey
puso énfasis en que el “dar de sí” lleva implícito una lucha continuada; es lo
que el teólogo inglés Tillich (1886-1965) denominó “el coraje de ser”,
señalando la importancia de conducir con nuestra voluntad libremente a la razón
hacia su fondo y abismo. Sólo así se escucha aquella palabra que es pronunciada
a solas bajo la carne, es el camino único para “escuchar aquello que aún no es
pronunciado”. Para Tillich se trata de encontrar la dimensión inexplorada que
anida en nuestra interioridad y en la que se guarda la vida en su infinitud de
posibilidades.
La
potencialidad de nuestras capacidades como seres humanos son reveladas en el
discurso del Papa Francisco cuando nos habla del peligro de dejarnos llevar por
la banalización en la que vivimos instalados y que lejos de ahondar en nosotros
mismos, tan necesario para la coexistencia con los demás y con el universo, nos
induce al letargo de una indolente indiferencia frente a tanto dolor y
desesperanza que, al fin, es de todos.
Pero el
calado que transciende como humilde sentencia de la frase “sobre la vida buena
y sobre la buena vida”, no cabe el sentimiento de una desesperanza pasiva. Como
nos dice el filósofo catalán Reyes Mate (1942-) “en el fondo de una
desesperanza hay un grito vivo”, es decir; no hay que confundir desesperanza
con la resignación. Como canta el argentino Diego Torres, “saber que se puede
pintar la cara color esperanza, tentar al futuro [el de todos] con el corazón”.
En
homenaje a John Dewey
[Creo que la educación, además, es un proceso
de vivir y no una preparación para una vivencia futura]
Aurora Romero
2 comentarios:
Profunda, interesante y lúcida reflexión que nos anima a vivir mejor. Gracias
Profunda, interesante y lúcida reflexión que nos anima a vivir mejor. Gracias
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