Club de Letras UCA (Cádiz, Jerez de la Frontera y Algeciras)
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viernes, 11 de marzo de 2016

Alimentando la polaridad



Está claro que vivimos divididos entre dos polos: lo bueno y lo malo, lo bello y lo feo, alegría y tristeza. Esta tendencia del ser humano nos invita a tener que estar continuamente tomando decisiones que implican a uno u otro polo: si decidir entre quedarnos en casa o ir al teatro, entre comer sano o comer insano, entre casarnos o permanecer solteros; una decisión implica la anulación de la otra. El mundo en el que vivimos alimenta esta polaridad y nos fomenta el ser personas escindidas, ocultando los aspectos menos deseables de nuestra personalidad - y que también son nuestros-; de esta forma iniciamos una carrera frenética por ser cada vez más guapos, estar más sanos y ser más listos e inteligentes que nadie. Lo que no nos dicen, a priori, es el alto precio que tenemos que pagar por ello: no sólo ser medias personas sino que construimos una falsa identidad que nada tiene que ver con nuestra verdadera naturaleza y nuestro auténtico ser. La consecuencia es que experimentamos en lo más profundo de nuestra alma un inmenso malestar, al que nos sabemos ni podemos ponerle nombre, pero que, rápidamente buscamos  en la ciencia -también polarizada- remedio para etiquetarlo, combatirlo y volver a estar perfectos. De esta forma nos vamos transformando en una especie de “zombies” que buscamos algo que nos dé un poco de vida: fármacos, alcohol, dinero, sexo; todos ellos parches que lo único que hacen es escindirnos más y empobrecernos como personas.

Todo esto lo observamos incluso en el panorama político actual: la división entre derechas, izquierdas, independentismo o no independentismo. Estas divisiones impiden que los políticos puedan llegar a acuerdos que permitan mejorar la sociedad.

Es importante que empecemos a darnos cuenta que para construir una sana identidad y una sociedad más integra no tenemos más remedio que asumir, aceptar y hasta querer los aspectos menos deseables de nosotros: nuestros celos, envidias, rencores, tristezas, hay que sacarlos, desempolvarlos y aceptarlos. Sólo de esta forma podemos llegar a ser personas completas, viviendo más centradas y no en uno u otro polo. Si aceptamos nuestras miserias seremos más humildes, solidarios y comprensivos antes las conductas de los demás. Sólo tenemos que leer textos sagrados y enseñanzas de todas las religiones para darnos cuenta de que lo que nos intentan enseñar es precisamente buscar nuestra UNIDAD.



      Mercedes Díaz Rodríguez

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