Ilustración Abril Morillo
Carta de amor
Mi
queridísima María. Te escribo estas letras mientras cierro de vez en cuando los
ojos para ver los tuyos. Observo de nuevo tu mirada inmensa, tu curiosidad hambrienta
de explicaciones y, sin embargo, es posible que esta carta te aporte más dudas
que certezas. La vida consiste en eso, en ir conformando nuestro camino a base
de titubeos y pequeñas decisiones para afrontar encrucijadas.
No
te dejes embaucar por nadie que te muestre las verdades absolutas. Duda de
quien pretenda ignorar las distintas tonalidades del conocimiento y la razón. Recela
de los gurús modernos, de los iluminados, del poder o de los emisarios de los
dioses. Que la poesía discurra por tus venas, pero en lo que se refiere al
amor, no te creas nada de los poetas. Que sus palabras no enturbien tus
sentidos ni abrumen tu entendimiento. Que son los versos subterfugios para
doblegar voluntades, te lo juro por las rimas de Bécquer. Lee, si no, lo que
escribió el gran Benedetti, oh Benedetti, magnífico truhán. Dijo así: Mi estrategia es que un día cualquiera, no
sé con qué pretexto, por fin me necesites. Ya ves, y se quedó tan campante
esperando junto a su red.
No
necesites ni dependas nunca de nadie. Atiende sin embargo a quien no haga nudos
en tus sueños, a quien sople con fuerza en tus velas. Y si alguien tira con
vehemencia de tu cuerda, que sea para que tú, cometa al viento, asciendas más y
más con ese impulso. No hagas caso a los poetas del ‘serás mía’, del ‘seré
tuyo’, del ‘para toda la vida’, del ‘no puedo vivir sin ti’, del ‘sin ti no soy
nada’, del ‘somos uno entre los dos’. No hagas caso de medias naranjas ni de
príncipes enteros. Que como dijo García Calvo, oh magnífico bribón: Libre te quiero ni de dios ni de nadie, ni
tuya siquiera.
Con
todo mi amor, tu abuelo Antonio.
Antonio Díaz González
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Antonio Díaz González
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