Desafíos
universitarios/5
PARA
seguir, en la medida de lo posible, los amables consejos de algunos colegas que
me escriben desde cerca y desde lejos, interrumpo momentáneamente la serie de
propuestas teóricas sobre la reforma universitaria y les respondo, breve y
concretamente, a algunas de sus cuestiones. Por supuesto -estimados amigos- que
no se trata sólo de incluir en los planes de estudio más asignaturas de
humanidades sino, también, de plantear sus enseñanzas y sus investigaciones de
una forma "más humanística". ¿Cómo? -me pregunta Luis-. Pues, por
ejemplo, diseñándolas de una manera que desarrolle en los alumnos el espíritu
crítico, cultive la imaginación, dilate la sensibilidad, estimule la
creatividad, impulse el cuestionamiento de la realidad social, económica,
valore las opciones políticas, oriente el pensamiento libre y, además, les
ayude a expresar sus emociones y a encauzar y a controlar sus pasiones. Estoy
de acuerdo con vosotros en que deberíamos prestar mayor atención a los aspectos
humanísticos de las ciencias exactas y de la naturaleza, y también en que,
mejorando la calidad de las enseñanzas tecnológicas, es posible contribuir a la
solución de muchos de los graves problemas económicos y sociales del mundo
actual.
Ya
es sabido que, por ejemplo, la asignatura de filosofía no ha de limitarse a
enseñar las diferentes corrientes históricas del pensamiento sino que, además,
ha de formar el pensamiento lógico y la reflexión crítica de los alumnos.
Efectivamente, la enseñanza de la filosofía ha de consistir, más que en la memorización
de una larga lista de pensadores y de sus diferentes teorías, en generar un
espacio en el que, además, se debatan cuestiones de actualidad y se planteen
dudas y conflictos que los alumnos resuelvan tras una reflexiones individuales
y conjuntas. El ideal sería que la filosofía llegara a ser una materia
transversal que se utilice en las diferentes asignaturas: "La filosofía
-como afirma Juan- no sólo se aprende, sino que también se practica".
No
tengo inconveniente sino que, por el contrario, asumo como autocrítica el
reproche que nos hace Alfonso al señalar que "desgraciadamente", en
ocasiones, las clases de Lingüística e incluso las de Lengua sólo sirven para
que los alumnos acumulen una ristra de términos metalingüísticos, sin que
desarrollen y apliquen unas técnicas que, además de científicas, sean prácticas
para mejorar las destrezas de hablar, de interpretar, de leer y de escribir con
claridad, con corrección y con precisión. Igual que algunos de mis colegas,
estoy también de acuerdo en que la historia de la literatura y, sobre todo, la
teoría literaria han de propiciar la experiencia literaria de los alumnos, su
implicación con los textos y su descubrimiento de que las palabras escritas por
diferentes autores tienen que ver con ellos y con sus relaciones con el mundo.
José Antonio Hernández Guerrero
Publicado en diariodecadiz.es
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