19.- La vida humana es también un juego
Sí –queridos amigos Juan y Luis- la vida humana, durante todo su
recorrido y, especialmente, durante la infancia y durante la ancianidad posee
un carácter lúdico: unos contenidos creativos y recreativos, y unas actividades
gratuitas y gratificantes. Esta es una de las razones por las que hemos de
someter nuestros comportamientos a unas “reglas” que han de ser conocidas,
aceptadas y cumplidas con seriedad por todos los “jugadores”. Los juegos, como
todos sabemos, activan y desarrollan nuestras facultades intelectivas, nuestras
capacidades emocionales y nuestros recursos imaginativos, sobre todo, en las
épocas vitales en las que más necesitamos sentirnos seguros y acompañados.
Los juegos constituyen la base de esas experiencias que están en el fondo
de muchos de los comportamientos que nos relacionan con el mundo que nos rodea.
Cuando jugamos desarrollamos la capacidad de situarnos en el lugar de las
personas con las que convivimos y ampliamos las habilidades para entender sus
sentimientos, sus deseos y sus temores. En mi opinión, las distracciones, los
entretenimientos y las diversiones nos pueden ayudar, incluso, para asumir y para
superar nuestras experiencias de vulnerabilidad.
Todas esas actividades lúdicas nos proporcionan, además, unos métodos
notablemente eficaces para cultivar la comprensión y la empatía, nos pueden
servir para que veamos el mundo a través de las miradas de los otros y para que
imaginemos cómo pueden ser las experiencias de aquellos seres próximos con los
que deseamos –necesitamos- conectarnos y comunicarnos. Es posible que, mediante los juegos, también podamos adquirir
conciencia de la propia debilidad, que comprobemos los niveles de tolerancia de
frustración y, en consecuencia, constatemos la necesidad de contar con el apoyo
de los otros. En resumen, los juegos, las fiestas, las juergas y las
diversiones nos sirven para cultivar la amistad, para fortalecer los lazos
familiares, para expresar el amor y, en general, para intensificar las
relaciones humanas.
José Antonio Hernández Guerrero
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