Breves
y fugaces
Encontré
bajo mi lecho al demonio atrapado en una botella, en una botella color verdusco
que tenía forma obscena y grotesca. Con
las manos atrás daba vueltas y vueltas y se lamentaba de su encierro. No sé
quién lo condenó a vivir allí.
“No entiendo cómo diablos vine a parar acá”.
Pero
de pronto, una nube gigantesca nos envolvió con un manto de esperanza, y él se
echó a dormir el sueño de la infamia,
por un millón de millones... y
yo, de inmediato, me puse a escribir signos y símbolos sobre la botella.
La
botella continúa plácida bajo mi lecho.
*
Mi juicio final no durará un día, ni ocurrirá
cuando yo muera. Mi juicio final es un tribunal en sesión permanente en el cual
yo soy el reo, el Fiscal, el señor Juez, el Honorable Jurado y el cruel
verdugo.
Mi
juicio final se celebra en este instante y en silencio. El Juicio final soy yo.
*
Hambruna
Del
pecho le brotaron matas de maíz. Eran para alimentar al gentío. Del mismo modo,
le brotó la tierra para esparcir en el mar.
Pero los hombres alardearon de ser gigantes y
las plantitas se devastaron, se pudrieron cuando apenas nacían. Los
agricultores se sintieron traicionados por aquel pecho que ahora germinaba
plantas marchitas. En seguida vinieron las lágrimas, las hambrunas y las tristezas.
Y comenzó la revuelta.
*
La
verdad y la razón viven y existen en disputa eterna, la una diciendo que tiene
la verdad y la otra diciendo que tiene la razón.
*
En
el país de los diminutos, los ciudadanos guiados por su rey se fueron a la
guerra. Consideraban que por ser dueños de la verdad eran libres, libres para
esclavizar a otros.
También
consideraban que la comodidad era sinónimo de felicidad.
Pregonaban
a los cuatro vientos que la ritualidad era espiritualidad.
Además
del poder y la riqueza que ostentaban pretendían rebalsar sus arcas a costa del
hurto de bienes.
Del
mismo modo imponían a los pueblos que invadían, la creencia en un dios
embustero y falible, así como lo eran ellos.
*
Puedo
ser traicionado, ser entregado al
enemigo, pero mi naturaleza nunca podrá ser traicionada.
De
la ternura, al menos una fibra…
*
Si
alguna vez se le ocurre poner los pies sobre la tierra, no olvide quitarse los
zapatos.
*
El
problema de vivir en paz con dios y con el diablo, es que tarde o temprano,
cualquiera de los dos, romperá las reglas del pacto.
Edgardo Benítez
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