Club de Letras UCA (Cádiz, Jerez de la Frontera y Algeciras)
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domingo, 15 de abril de 2018

El palacio del Tiempo, textos presentación (2)




Eco del reloj


Me senté
en un claro del tiempo.
Era un remanso de silencio,
de un blanco
silencio.

Anillo formidable,
donde los luceros
chocaban con los doce flotantes
números negros.



         Federico García Lorca



El reloj


Siento como el tic tac de mi reloj,
Acorta mi vida con su monotonía.
Admiro ese instrumento que mide
Mi existencia, mis actos, mis deseos.

Se asemeja a los latidos de mi corazón,
Camina con suaves golpes incansables,
Bombea una y otra vez mi sangre
Por mis venas, mis arterias uno, dos...

Mas un día se cansará y fatigado
Dirá hasta aquí hemos llegado.
Se detendrá y pasaré a una historia
Pequeña historia que se desvanecerá...

En los latidos de otros corazones,
En los tic tac de otros relojes,
En silencio de los tiempos,
En el infinito del cosmos.

He sido un suspiro, una pavesa,
Un susurro, un rumor, un destello,
Una silueta, una sombra
Desvanecida en la noche eterna.

¡Nada he sido, nada, cosmos…!


              José Ángel Miyares Valle



Tiempo sin tiempo


Preciso tiempo necesito ese tiempo
que otros dejan abandonado
porque les sobra o ya no saben
que hacer con él
tiempo
en blanco
en rojo
en verde
hasta en castaño oscuro
no me importa el color
cándido tiempo
que yo no puedo abrir
y cerrar
como una puerta

tiempo para mirar un árbol un farol
para andar por el filo del descanso
para pensar qué bien hoy es invierno
para morir un poco
y nacer enseguida
y para darme cuenta
y para darme cuerda
preciso tiempo el necesario para
chapotear unas horas en la vida
y para investigar por qué estoy triste
y acostumbrarme a mi esqueleto antiguo

tiempo para esconderme
en el canto de un gallo
y para reaparecer
en un relincho
y para estar al día
para estar a la noche
tiempo sin recato y sin reloj

vale decir preciso
o sea necesito
digamos me hace falta
tiempo sin tiempo.

          Mario Benedetti



Revista Palimpsestvs No. 1 de la Universidad Nacional de Colombia, Bogotá: Unilibros, 2001. p. 120-127.

Paradójico, el tiempo, todo lo da y todo lo quita.

Porque el reloj gobierna la rutina de los hombres, nada hay más objetivo que el tiempo, pero también nada hay más subjetivo que él cuando la espera lo paraliza y la emoción lo acelera.

Nada más personal, nada más compartido. Nada más abundante, nada más escaso.

El tiempo está en todas partes y en ninguna. Es la forma de ser y de no ser. El tiempo es puente, pero también abismo. Desechable, inmortal.

La vida está hecha de tiempo, pero así mismo es una carrera contra el tiempo.  

       Julián Serna



Oda a un reloj en la noche

En la noche, en tu mano
brilló como luciérnaga
mi reloj.
Oí su cuerda:
como un susurro seco
salía de tu mano invisible.
Tu mano entonces
volvió a mi pecho oscuro
a recoger mi sueño y su latido.

El reloj siguió cortando el tiempo
con su pequeña sierra.
Como en un bosque
caen fragmentos de madera,
mínimas gotas, trozos
de ramajes o nidos,
sin que cambie el silencio,
sin que la fresca oscuridad termine,
así siguió el reloj cortando
desde tu mano invisible,
tiempo, tiempo,
y cayeron
minutos como hojas,
fibras de tiempo roto,
pequeñas plumas negras.

Como en el bosque
olíamos raíces,
el agua en algún sitio desprendía
una gotera gruesa
como una uva mojada.
Un pequeño molino
molía noche,
la sombra susurraba
cayendo de tu mano
y llenaba la tierra.
Polvo,
tierra, distancia
molía y molía
mi reloj en la noche,
desde tu mano.
Yo puse mi brazo
bajo tu cuello invisible,
bajo su peso tibio,
y en mi mano
cayó el tiempo,
la noche,
pequeños ruidos
de madera y de bosque,
de noche dividida,
de fragmentos de sombra,
de agua que cae y cae:
entonces cayó el sueño
desde el reloj y desde
tus dos manos dormidas,
cayó como agua oscura
de los bosques,
del reloj a tu cuerpo,
de ti hacia los países,
agua oscura,
tiempo que cae y corre
adentro de nosotros.
Y así fue aquella noche,
sombra y espacio, tierra
y tiempo,
algo que corre y cae y pasa.
Y así todas las noches
van por la tierra,
no dejan sino un vago
aroma negro,
cae una hoja,
una gota en la tierra
apaga su sonido,
duerme el bosque, las aguas,
las praderas, las campanas,
los ojos.

Te oigo y respiras, amor mío,
dormimos.

Pablo Neruda


Las doce en el reloj

Dije: Todo ya pleno.
Un álamo vibró.
Las hojas plateadas
Sonaron con amor.
Los verdes eran grises,
El amor era sol.
Entonces, mediodía,
Un pájaro sumió
Su cantar en el viento
Con tal adoración
Que se sintió cantada
Bajo el viento la flor
Crecida entre las mieses,
Más altas. Era yo,
Centro en aquel instante
De tanto alrededor,
Quien lo veía todo
Completo para un dios.
Dije: Todo, completo.
¡Las doce en el reloj!

Jorge Guillén


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