Imagen obtenida del blog: https://elobservadorenlinea.com
No hace mucho tiempo asistí a una reunión importante
con cierto aire institucional. El lugar, además de esplendido y conocido, esta
vez me resultó un tanto apagado, incluso recargado, casi melancólico y, tal
vez, en todo caso, museístico de tintes barrocos y relucientes dorados que,
como orlas sujetas a los grandes lienzos de los antiguos mandatarios allí exhibidos,
en este caso, un poco deslucidos bajo una patina traslucida y descolorida, figuraban
como personajes estáticos que hablaban de otro tiempo que, precisamente, no fue
un tiempo mejor.
Por el formato de la reunión tampoco pareció pasar el
tiempo, quiero decir, que el tiempo precisamente se había encargado de arrollar
al formato de la reunión, al igual que hiciera con la patina de los gigantescos
oleos de la vetusta pared. Sin embargo ¿Cómo no? hubo frescos e interesantísimos
mensajes, y mucha inteligencia desplegada por alguno de los oradores ajeno a la
institución, eso solo, ya hizo que mereciera la pena haber asistido a ella.
Menos mal.
Hubo otros mensajes también, en este caso mucho más
acordes con el contorno y el formato, y por tanto, tan descoloridos y ¿Por qué
no decirlo? tan anacrónicos, como las imágenes de los mencionados oleos,
mensajes por los que parecía no haber pasado la vida, señales de rechazo a la
vitalidad por su rigidez, palabras tan recurrentes como archiconocidas y pertinaces,
y lo peor de todo, imágenes que nos invitaban sutilmente a vivir una especie de
inactiva insatisfacción frenada, quizás, por la autocomplacencia, en todo caso,
de reafirmación tenaz, sin caer en la cuenta que cuando una formula no funciona,
hay que cambiar de formula, de estrategia, y probablemente, incluso de
perspectiva con la que visionar la realidad que, casi siempre, se obstina en
ser tan tozuda como cambiante, poliédrica y llena de matices.
Reflexionando de vuelta a casa, me llegó a la mente
la paradoja que a veces, parece abrazar a ciertas formas muy consolidadas y
locales de percibir el mundo, pues por un lado, desde estas mismas
mentalidades, se abraza el discurso, más que el deseo, de proyectarse
universalmente y, por otro, dan la impresión de nadar en ausencia de la
apertura y generosidad intelectual necesarias, para asumir, comprender y querer
al diverso, y por supuesto, al que no comparte contigo tu misma visión del
mundo, ni tus costumbres, incluso ni tu lengua.
Mi pequeño relato que quiere ser positivo, lo es por
ello a modo de crítica, precisamente por eso señalo a la zona de confort mental
como el complaciente enemigo a combatir, si no queremos ser arrastrados por el
paso del tiempo, por esto mismo y, con la máxima humildad, quiero hacer una
reflexión enfocada a la acción y no solo a la descripción o valoración. En este
sentido propongo reflexionar sobre el papel que nos corresponde al proyectarnos
allende los mares, eso, creo, que necesariamente implica compartir con la otra
orilla, deshacerse de juicios previos, comunicar con ella, abrazarla, sentirla
y quererla en su más ancha expresión del concepto y del deseo de sentir junto a
las personas del otro hemisferio, también, y de igual forma, con aquellos hemisferios
nuestros mucho más cercanos, tan cercanos geográficamente que nada nos separa
de ellos, salvo la incompetencia, la inmovilidad o la obstinación.
Hoy, debería resultar relativamente fácil esa
comunicación, dada la proliferación de medios audiovisuales que nos acercan a
la otra parte y no solo del mundo, sino a la otra parte: al otro, en su sentido
más amplio. Solo queda entonces la voluntad hacerlo en el ánimo de compartir
vida, nuestra vida y, no digo nuestra en sentido posesivo, sino en sentido
extensivo. Lenguaje para la vida como condición necesaria aunque en ningún caso
suficiente.
Simplemente añadir, que a mi modo de ver, el deseo
de vivir junto al otro ha de ser más intenso que pregonado, más real que
retórico, y más natural que institucional, sin dejar a un lado por ello su
publicitación, las formas y el fondo de ese deseo y, el apoyo de las
instituciones, todos ellos tan necesarios como deseables.
Finalmente y como extracto resumen, me quedé con un
mensaje positivo en aquella ¾discúlpenme
el atrevimiento¾
alambicada reunión. Dicho mensaje hablo y me habla a mí de forma clara sobre el
lenguaje y la vida: el lenguaje está hecho para la vida, pues, a través del
lenguaje, nos llegan los pensamientos, los sentimientos y las emociones.
Gracias profesor.
Manuel Bellido Milla.
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