A veces las prisas en escribir, comunicar, digerir o
vomitar, que, piensas o sientes, te
lleva a juicios prematuros, aparentemente, pero nacidos desde tus adentros, que
llámele como quieras, están impregnados en la brea de los sentimientos, sueños o
la pasión.
Creas un texto en el cual tú, olvidándote del mundo
exterior, vives un amor inmediato, no sabes cómo llegarás al final, pero tu
osadía está por encima de todo, quieres decir lo que quizás no logres transcribir,
pero el sentido te dicta un camino noble, así se escribe.
Muchas mañanas, o algunas, piensas que a tu
alrededor esperan un mensaje, incluso tú, quieres cambiar el mundo con la
palabra escrita, y sabes lo inútil del desafío, pero más allá de fracaso
seguro, quieres dejar tu huella en el intento.
Así, cuando leemos un gran libro, ese talento que lo
“parió”, dejó sus momentos dulces o trágicos en él, sin saber que un día llegaría
a tus manos e iluminaría tus ojos y emocionara a tu corazón, ese momento
inenarrable, que tenemos los seres humanos, no tiene precio, y nació seguro, de
una necesidad imperiosa e íntima, sin ir más lejos, llenar ese vacío que todos
tenemos, no alguna vez, sino muchas veces a lo largo de nuestras vidas y que
llenamos de pensamientos que vuelan, cuando no, de horribles silencios.
Francisco Herrera Lopez,. Abril 18.
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