Si yo pudiera, fabricaría
armas de chocolate
que disparen globos con
los que
los niños jugasen en
paz.
Sus ojos grandes reflejarían
la alegría de una
tregua definitiva,
¡por fin!, que diluirá
con el tiempo
los duros recuerdos.
En las manos de los
llamados soldados,
las pistolas se derretirían,
llegando las chocolatinas
a las bocas hambrientas
de dulzura de tanta gente.
Cambiaría sus
uniformes:
Los vestiría de payasos,
con zapatones con los
que tropiecen y caigan,
provocando las risas blancas
de los temerosos críos.
En lugar de cascos
duros, palabras suaves.
En lugar de chalecos
antibalas, chalecos antibolas,
que abran pelotas de
pintura,
salpicando y dando
color
a las vidas grises y
negras.
En lugar de tanques, cargamentos
de
deliciosos panes recién
hechos.
Si todos lo imaginamos,
al menos en unos momentos
habremos creado un
mundo mejor.
Sigamos creyendo que es
posible hacerlo.
Francisca Sánchez Rico
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