Yo era
joven entonces. Mi fogosidad aún brotaba asilvestrada, eso era antes de hacerla
entrar en razón. Ocurrió que, en un Curso Sobre Habilidades Directivas, el
monitor se puso algo pesado con aquello de "ganar el futuro", la idea
era buena, pero, ahí estaba mi fogosidad silvestre. Levanté la mano y le
pregunté:
- ¿Ha
estado usted en el futuro alguna vez?
La
respuesta quedó en el aire y el monitor tomó nota, claro.
Sin
embargo, la lección me la dió unos días más tarde alguien que trabajaba
ganándose la vida en un semáforo. No era de los habituales. Se trataba de
una mujer de edad imprecisa, pelo largo descuidado recogido con una cola,
torso de abultada circunferencia y manos gruesas apoyadas en el techo de mi
vehículo. La luz del medio día se derramaba rabiosa sobre la cuesta del
Cantábrico, en el cruce de la avenida, a pocos metros de mi casa.
-Dame argo -dice
con voz ausente.
-Hoy no,
mañana - le digo para salir del paso.
-Maañanaaa -dice
ella con voz cantarina levantando el brazo. Despegándose de mi coche-,
quién sabe mañana...
Uní las
dos anécdotas e intenté aprender de ellas. Incluso a veces, creo haberlo
conseguido. Seguimos aprendiendo, porque en definitiva, creo que ni siquiera
somos presente. Somos gerundio. Por eso la vida es tan atractiva.
Manuel
Bellido.
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