HABLILLA 869
Hablilla. La del cocodrilo
Artículo de opinión, por Adelaida Bordés Benítez
publicado el 15-6-2020 en andaluciainformacion.es
No
podía faltar, porque ha descongestionado un poco la saturación informativa. Las
circunstancias mandan, sin embargo el lector agradece el espacio a otras
noticias que conforman la actualidad. Al revisar la memoria son las que
aparecían con cierta relevancia en los primeros periódicos gratuitos,
repartidos a pie de calle, en las paradas del transporte público, echando de
menos al voceador. Hoy, su publicación en papel compatibiliza y capotea como
puede la digitalización y en este campo sí tienen cabida estas curiosidades,
dando al lector la posibilidad de elegir entre varias versiones.
El
caso es que el Pisuerga, río asociado a la circunstancia favorable para
realizar algo, ha sido noticia porque fue visto un cocodrilo cruzándolo de una
orilla a otra. Resultó desconcertante pero no increíble, pues hay gente con
mascotas que ponen en peligro no sólo su vida, sino la de sus vecinos. Hace
unos días uno de estos fue mordido por una de las serpientes que tenía en su
casa. Murió horas después. Si no le hubiera dado tiempo a ir al médico, se
habría dado en el barrio la misma situación de hace al menos cuarenta años en
la pescadería de nuestra plaza de abastos, cuando echaron agua en lugar de
hielo a una caja de anguilas. El miedo llevó a la exageración, ya que
aseguraron verlas meterse en la fuente de la Plaza de Rey. Pero volviendo al
reptil y a las excentricidades, es inevitable pensar en la película La
bestia bajo el asfalto, en el niño que tiró la cría de cocodrilo al retrete
y acabó en los desagües, alimentándose de basura mientras crecía hasta sentir
la llamada de la naturaleza, despertando su instinto depredador. En un
principio se pensó en algo parecido. Luego se habló de un animal de grandes
dimensiones. Revisadas las huellas y los restos de un pez, una nutria ocupó el
lugar del cocodrilo.
Si
pasan los días y el asunto no se mueve, la duda y el sentido del humor se
aliarán paliando el miedo a la reaparición, hasta que otra noticia curiosa lo
extravíe. De momento tenemos la elección del lugar para pasearse, el afluente
del Duero, el río de Machado, el que corre terso y mudo, mansamente, el
que fue contemplado por el poeta en todas las estaciones, reflejando en él su
propia melancolía al cruzar las sierras y las nieves o el páramo
sombrío.
De
momento, no hemos vuelto a saber del reptil. Su avistamiento ha recordado el
paso del Pisuerga por Simancas, alejándolo de la manida referencia habitual.
Ánimo
y a por otra semana.
Adelaida
Bordés Benítez, 15 de junio de 2020
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