Audrey vestida de tinta
Aun es invierno, los
arboles no tienen hojas y la gente resguarda sus ateridos cuerpos bajo capas de
ropa aislante. Poca gente se atreve a salir a la calle, se siente la soledad
que reflejan las tardes tristes en sus almas.
Levanto la persiana, y
sentada junto al ventanal cojo la libreta y mi pluma dedicada a Audrey Hepburn.
Quiero dejar caer sobre estas páginas gotas de tinta que reflejen el
sentimiento único y exclusivo que me provoca, que el simple hecho de acariciar
el papel con la plumilla, se convierta en todo un acto de solemnidad ente mis
momentos de inspiración.
Ha caído la tarde, el
panadero ya ha corrido el cerrojo y el dueño del bar ha recogido las sillas. El
trafico muere en las calles, y el silencio que llega a medida que pasan las
horas, aún queda roto por algún loco de la velocidad que atraviesa la avenida
en moto rugiendo de forma atronadora y alarmante, eso es lo único que me hace
levantar la vista del papel.
Una pareja de novios,
amparándose en los centímetros de oscuridad, que las luces de las farolas no
abarcan, se abrazan y se besan sonrientes, quizás augurándose un futuro
halagüeño y lleno de esperanzas.
Oigo el ruido de cristales
rompiéndose, es el contenedor de vidrio, justo sobre estas horas van
apareciendo padres, madres o hijos, e incluso novios, que salen a tirar la
basura. Cuanto contarían estos desperdicios mal olientes sobre los hábitos de
sus dueños. Juan, tira botellas de vino vacías y bolsas de la tienda de pollos
asados; Julia, un hato de periódicos y una caja grande de pizza, esta claro que
hoy no han tenido mucho tiempo para hacer la cena, y que a Julia le gusta
releer la prensa, si no ¿Por qué esperaría a tener tantos diarios para
tirarlos, si baja todos los días al contenedor?
Enrique, es paseado por
dos grandes mastines, que según las paradas que van haciendo, hacen suponer que
su dueño ha esperado al último minuto para sacarlos a la calle, y detrás de él
Lucía, la hija de los Fernández Lorenzo, se sube al súper coche de su nuevo
novio.
Son las dos de la
madrugada, Audrey quiere seguir, pero mis ojos se cierran ante el ansiado y
verdadero silencio.
Carmen Franco Sánchez
2 comentarios:
Carmen, ¡qué alegría leerte!
Cuando vivía sola en Guadalajara y sacaba la basura, pensaba ¿qué descubren mis vecinos con mi basura? ¿Qué idea se harán de mí? Curioso, y es que, confieso que no soy mucho de cocinar y sí mucho de pizza, como Julia, también de enlatados. Ahora volví con mis padres por unos meses y aquí sí que la basura eso otra, más orgánico y menos inorgánico, por decirlo de alguna manera.
Muchas gracias Roxana, yo también me alegro de verte por aquí. Besos
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