Club de Letras UCA (Cádiz, Jerez de la Frontera y Algeciras)
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jueves, 9 de junio de 2016

La historia de Andrés




                                                  La historia de Andrés
        

Andrés siempre fue un buen hijo. Desde que murió su padre le cambio la vida; ya que dejó los estudios, aquejado por una terrible depresión, y perdió la beca y, con ello, la oportunidad de seguir estudiando. Su madre era una mujer mayor y no se encontraba bien de salud. El tenía que ayudarla en la casa, y, como la economía no era abundante, los fines de semana trabajaba por las noches en un restaurante; pero su estado de ánimo le hizo inclinarse a las malas compañías, y a sentirse atado a su madre, al no tener la libertad  que le reclamaban los otros. De este modo, fue amasando como una especie de rencor en su alma e inconscientemente, a veces, vituperaba a su madre. Aunque, eso sí, no permitía que nadie le hablara mal de ella; ya que siempre le tuvo  un gran respeto y una gran admiración, porque ella había salido ilesa siempre de todos los baches por muy profundos que fuesen. Pero la muerte de su padre la había destrozado y él lo sabía, y tal vez fuera esto lo que no le perdonaba, que precisamente ahora, cuando más necesitaba de su fortaleza y de su apoyo, ella se hubiese rendido a la vida, y no quisiera luchar. Porque para él su madre siempre había sido una mujer vehemente que lo había llevado todo para adelante con alegría y optimismo, y  nunca le había gustado la veleidad de las personas. Por eso, cuando nació de forma casi  inesperada por su avanzada edad; ella le dijo a su marido: “No quiero que vayamos a malcriarlo con exceso de mimos, para que el día de mañana no sea un niño caprichoso e inseguro. Deseo que crezca siendo  fuerte y sano en todos los aspectos, para que sepa valorar las cosas de la vida, y enfrentarse a ella”. Al recordar los deseos de su madre, Andrés sintió una gran tristeza, y una sensación de vacuidad en su interior que le angustiaba.  Se dijo a sí mismo, que tenía que mejorar como fuese, y empezó por apartarse de  las malas compañías; ya que uno de sus colegas  -como se llamaban entre ellos- le había dicho que no aguantaba más a su vieja y que la iba a llevar a una casa de acogida, que había encontrado para las personas sin familia. Andrés, al escucharlo, sintió una gran tristeza, pues no comprendía cómo podía haber seres humanos tan viles, que no les importaba abandonar a sus mayores en cualquier lugar,  sin preocuparse por sus sentimientos. Aquella noche tuvo una pesadilla, y soñó que la madre de su amigo estaba tan mal cuidada que había cogido no se sabía qué enfermedad virulenta. Se despertó tan inquieto, que se levantó y fue al cuarto de su madre y se sentó un momento


a su lado para escucharla respirar. Se acordó de una vez que estuvo enfermo dos semanas, y  ella  no se había movido de su lado. Alzó la mirada, y se encontró con la mirada de una antigua fotografía de su padre, y con los ojos le prometió que cuidaría siempre de ella y que cambiaría de vida; pues,  en los últimos meses, se había vuelto algo voluptuoso con las mujeres. Así que empezó a alternar con otras personas y a cuidar más su aspecto y su higiene. Conoció a una chica que le cautivó desde el primer momento  por su dulzura, por su prudencia  y por la calidad humana que demostraba tener; ya que estaba en una ONG ayudando a los más necesitados. A partir de ahí, sintió que una fuerza extraña lo estaba invadiendo, y que no sólo tenía la necesidad de hacer algo por los demás; sino que, además, era feliz cuando los más desvalidos lo eran, y se sentía morir cuando no se podía hacer nada por ellos.  Esta experiencia le había cambiado la vida y le hacía sentirse más humano, y más acorde consigo mismo. Se dio cuenta de que la vida era muy hermosa, cuando las personas no sólo se amaban a sí mismas; sino que se preocupaban y amaban más a los demás, dándoles lo mejor de sí. Y todo se lo debía a Ángeles, la mujer que le había dado cierto fulgor a su vida. Como se había vuelto un hombre muy pertinaz ante el deseo de  mejorar, poco a poco se fue convirtiendo en la vértebra de la organización con la alegría y la admiración de ella. Y aunque sabían que no podían cambiar el mundo, juntos intentaron mejorarlo, y además cuidaron de su madre y se dedicaron a visitar y animar a muchos ancianos abandonados. Y Andrés se dio cuenta de que su vida se la debía a ella y que sin ella, ésta ya no tendría ningún sentido. Desde entonces comprendió que se había vuelto un  hombre  más  vulnerable, pero  más fuerte  al  mismo tiempo. Y todo gracias al amor  de esa hermosa mujer con  la que vida le había recompensado. Con el tiempo se casaron y adoptaron dos niños huérfanos, y a los tres años de matrimonio, les nació una hermosa niña a la que Andrés quiso poner el nombre de su madre, ya fallecida.  



         Mª del Carmen Rodríguez López




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