37.- Nuestras vacaciones
Las
vacaciones nos proporcionan la ocasión propicia para dormir y para soñar, esas
dos actividades tan eficaces y tan baratas que, al mismo tiempo, nos ayudan a
descansar y a divertirnos. Las historias que protagonizamos mientras dormimos
como las que elaboramos cuando estamos despiertos amplían los estrechos límites
de nuestras experiencias cotidianas, nos proporcionan goces y, también, nos
producen unos dolores que, en ocasiones son agudos, pero que la mayoría de las
veces nos evitan las consecuencias realmente negativas de los actos que
realizamos en plena vigilia: nos hacen intérpretes de acciones que,
"realizadas realmente", nos harían correr peligros graves y amenazarían
nuestra salud o, incluso, nuestras vidas. Hemos de advertir, sin embargo, que
para mantener el equilibrio psíquico, sólo es necesario que aceptemos una
condición: que marquemos claramente los límites que separan la realidad del
sueño.
Les confieso
que, durante los paseos matutinos que estoy realizando estos días de poniente por
el Balneario Victoria, aprovecho para olvidarme durante un rato de las
inquietudes y de los pronósticos que los medios de comunicación –tanto los
afines al Gobierno como los más próximos a la oposición- nos hacen sobre ese
futuro inmediato cubierto de densos nubarrones.
Ya que se
trata de soñar, he apoyado mi reflexión en ese conjunto de valores permanentes que,
como la amistad, la generosidad y la tolerancia, definen –a juicio de algunos- nuestra
peculiar idiosincracia. Qué bien nos iría si esta nuestra naturaleza mestiza de
tiempos y de civilizaciones, acogedora, rica, profunda, culta y universalista,
equilibrada y profundamente humana y humanista, se completara con la reflexión,
con la laboriosidad y con el diálogo. Sólo así construiremos una ciudad y una
provincia que, sin olvidar la tradición, se encamine a un futuro que ha de
hundir sus raíces en la autenticidad de un patrimonio cultural rico y vivo.
Frente a una sociedad competitiva y deshumanizada, copia de los mitos
televisivos, me gustaría que cultiváramos esos rasgos humanistas, solidarios e
integradores que, como humus, nos alimente, como tierra fecunda nos sostenga y
como clima estimulante nos enriquezca con nuevas ideas y con proyectos
renovadores.
Desde una
perspectiva realista, razonable y positiva, tras un análisis riguroso de
nuestras posibilidades y de nuestras dificultades, deberíamos aprovechar las
oportunidades para iniciar una nueva etapa que estuviera apoyada en la
construcción de un entramado ciudadano, mediante
la apertura de cauces de diálogo, de discusión y de debate, y a través de un
diseño de vías de colaboración de todos los ciudadanos y de aquellos colectivos
que tengan ganas, ilusiones, ideas y medios. No sé si, soportando el peso de los
tópicos repetidos durante siglos, podremos proyectar una imagen seria, de
decidido compromiso con el trabajo y con la modernidad. Tras soltar algunos de
nuestros atávicos lastres, deberíamos analizar minuciosamente y desmentir con realidades
muchos de esos lugares comunes y, al mismo tiempo, orientar nuestros esfuerzos
por unos caminos diferentes a los del anquilosamiento y del ensimismamiento más
estériles. Insisto en que imaginar también es una manera de realizar hechos y
de vivir la vida. Que descanséis, amigos, y que os divirtáis. Un abrazo.
José Antonio Hernández Guerrero
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